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APRENDIENDO DE LA FE DEL CENTURIÓN

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EVANGELIO DE HOY: 26/6/21 (Mt 8,5-17)

El evangelio de hoy se inaugura con el relato de un centurión que acude a Jesús, intercediendo por uno de sus criados, enfermo. “Centurión” era un cargo militar, referente al capitán del ejército romano. Bajo su responsabilidad estaba una unidad de hombres llamada “centuria”, pues estaba formada por cien integrantes. ¿Qué aprendemos de su fe? Provoquemos algunas meditaciones:

1. UN CENTURIÓN SE LE ACERCA A JESÚS:

El centurión no era judío, pero había identificado en Jesús al Mesías. Con este gesto se da a conocer que Jesús no se privatizó para los israelitas. Podríamos pensar que este centurión, gente popular, estaba acompañando muy de cerca los movimientos de Jesús. Jesús le había convencido y convertido. Por las razones que el texto no menciona literalmente, el centurión había creído en Él. Si para uno acercarse a alguien ha de tenerse cierta seguridad de no ser rechazado, el centurión parece estar consciente sobre la capacidad de acogida de Jesús: manso y humilde de corazón.

2. “SEÑOR, TENGO EN CASA UN CRIADO QUE ESTÁ EN CAMA PARALÍTICO Y SUFRE MUCHO”:

… ¿Usted había notado que la actitud del centurión es paralela a la actitud del buen pastor? “Un centurión tenía cien soldados, y se le enferma uno. Va y aboga, no por los cien, sino por uno sólo, el que está en cama…”. Llama la atención que la oportunidad de oro, para hablar con Jesús, el centurión la aprovecha para interceder por un empleado. No lo hace, justificando que necesita sus fuerzas para el servicio militar, sino que argumenta: “sufre mucho”. Esto no se entiende con mente humana, porque estamos ante niveles elevados de santidad. El centurión está lleno de compasión y se acerca a Jesús, quien personifica la compasión del Padre. Este centurión no habla por un hijo, ni por su esposa, ni por su jefe superior… lo hace por un criado que sufre mucho. Aquí se nos dan las llaves para entrar al cielo.

3. DICE JESÚS, “VOY A CURARLO”:

La respuesta de Jesús es un misterio. Como punto de partida, sabía que ese centurión era alguien especial; con certeza sus ojos, su semblante, lo evidenciaban. No era normal ni cotidiano lo que estaba pasando. Jesús se dispuso para ir. Quizás se adaptó al nivel de fe de la audiencia que testimoniaba la conversación. Puede ser que Jesús diera hasta la medida en que la gente pudiera acompañar, creer y confiar… porque así lo hizo con la suegra de Pedro… tuvo que ir hasta su casa y también, cogerla de la mano para que se levante sana. Ese centurión romano nos hará descubrir que en la escalera de la fe, hay muchos peldaños más para escalar.

4. SEÑOR, QUIÉN SOY YO PARA QUE ENTRE BAJO MI TECHO. BASTA QUE LO DIGAS DE PALABRA, Y MI CRIADO QUEDARÁ SANO

Estas palabras reflejan los tesoros de la fe; tanto así, que se han introducido en el ritual para la sagrada comunión. En cada eucaristía recordamos el ejemplo del centurión. Es el reconocimiento de la fe que sorprendió a Jesús: “en todo Israel no he encontrado una fe tan grande”. ¿Usted recuerda que estas fueron parte de las palabras que santa Isabel le dijo a santa María? Hay mucha santidad en el centurión: se conoce él mismo, sabe cuál es su lugar; reconoce el lugar del Señor. Hace diferencia entre el reino de este mundo, donde él es capitán, y el Reino de los cielos, donde Jesús dirige la barca. Recordemos a tanta gente que quiso que Jesús entrase en su casa. Y seguro que el centurión tenía su casa en buenas condiciones… pero él quiso que sólo entrara su Palabra. No hay que seguir escribiendo. Sigamos meditando.

Señor: danos tu Palabra sanadora, que entre a nuestra casa. Queremos levantarnos de nuestras cegueras, nuestras desconfianzas, nuestras sospechas. Ayúdanos a confiar como aquel trapecista que se lanza al vacío confiando que la mano del amigo lo sostendrá. Con Sara y María queremos cantar las maravillas que haces de generación en generación, y que nos alcanza también a nosotros. Auméntanos fervor por la oración, porque esta es el agua que hace crecer la fe.

  • – ¿Le estoy dando al Señor todas mis dolencias?
  • – ¿Estoy confiando de que Él carga con todas mis enfermedades?
  • – ¿Siento, por fe, la mano del Señor que me para de “la cama” para servir?