Vie. Mar 29th, 2024

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Tú eres Pedro, y te daré las llaves del Reino de los Cielos

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Este Evangelio es el del pasado martes 29 de junio. San Pedro y San Pablo siempre van juntos porque representan el Evangelio entero, Pedro el antiguo y Pablo, el nuevo. Y las lecturas son tan edificantes que preferí tomar este evangelio en lugar del correspondiente al domingo 4 de julio.

Este Evangelio siempre me llama la atención especialmente cuanto el Señor les dice a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos dieron varias respuestas: unos que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros que  Jeremías, ellos mismos estaban confundidos. “Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo”? Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el hijo del Dios vivo”.

Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.”

“El mensaje que nos traen las lecturas de este evangelio es el de la ayuda que recibimos del Señor en los momentos de dificultad y peligro, porque Él nos salva y nos libra de todo mal, pero es muy importante tener presente que tanto Pedro como Pablo, salvado el primero de la expectación de los  judíos y de los planes de muerte que contra él urdía Herodes, también Pablo sobreviviendo a los proyectos de muerte de los judíos contra él y a todos los golpes recibidos y peligros que enfrentó en el cumplimiento de su misión, murieron en Roma, crucificado Pedro, cabeza abajo y decapitado Pablo, recibiendo así ambos la recompensa de la gloria del cielo, prometida por nuestro Señor.

El culmen de nuestra salvación se dará cuando lleguemos por la misericordia de Dios, a la gloria del cielo, porque esta vida pasará. Pero mientras tanto, nada nos pasará que no sea permitido por el Padre, que hasta los cabellos de nuestra cabeza los tiene contados.”

Cada vez que me suceden cosas que no deseo, pienso en estos dos pilares de nuestra Iglesia, y como el Señor siempre está en mi ayuda. Entonces no me desespero, sino que pienso que el Señor me tiene deparado algo más para mí dentro de sus planes, y me da paz.  Gracias, Señor, por ser privilegiada tuya ahora y siempre. ¡Amén!