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JESÚS: ALIMENTO DE VIDA INVOLUCRANDO LAS VIDAS

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LECTURAS DE HOY: 25/7/21.

(2 R 4,42-44; Sal 144; Ef 4,1-6; Jn 6,1-15).

En el evangelio de hoy cinco veces se hace referencia al “pan”. Queda evidente que Jesús es ese pan de vida. La imagen eucarística se contempla, especialmente en esa “acción de gracias” realizada por Jesús, en aquel “templo” natural, pues según dice el texto “había mucha hierba en aquel sitio”. Llama la atención la sabiduría de Jesús, quien se da como alimento dinamizando que los suyos, en unión con Él, también lo hagan. En la entrega del pan de vida, a manera participativa, acontece el milagro de saciar el hambre de la multitud. Jesús involucra a:

LOS DISCÍPULOS

– Luego de una ardua jornada, suben a la montaña, Jesús y sus discípulos.

– Jesús se sienta con ellos.

– Da la impresión de que están cansados; todo indica que miraban hacia el suelo.

– Es Jesús quien levanta la vista, y descubre la multitud hambrienta.

– Jesús olvida el cansancio.

– Piensa en el hambre de la gente.

– Posiblemente, Jesús tuvo a Felipe muy cerca, pues es a él a quien le dirige la pregunta:

FELIPE

– ¿Con qué compraremos panes para que coman estos?

– En Felipe se retrata la respuesta de la comunidad de los discípulos.

– Todavía la comunidad de los discípulos está en proceso de madurez.

– Jesús no les da resultados ante las dificultades.

– Les provoca reflexión.

– Felipe responde a Jesús desde el plano humano: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”.

– Jesús lanzó la pregunta, tuvo una respuesta. Sigue guardando silencio. Se prende una chispa en la comunidad, y es acogida:

ANDRÉS

– La pregunta de Jesús hizo que Andrés espabilara sus sentidos.

– Bien supo este discípulo que el Maestro no hablaba por hablar.

– Pensó, rebuscó rápidamente y atinó.

– “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces”.

– Andrés no preguntó nada a ese muchacho, lo expone, sin más.

– Cinco panes y un par de peces: son siete. Hay alimento en abundancia.

– Pero, no será abundante hasta que no sea pronunciada la acción de gracias.

EL MUCHACHO

– Bendita juventud que tiene iniciativa.

– El muchacho no dice nada.

– No se le siente ningún reclamo. Ninguna objeción.

– Sencillamente, ese joven ofreció lo que llevaba consigo.

– Lo que tenía guardado, conservado, Jesús lo necesitaba.

– Ese joven cargaba la comida, que se convertirá en alimento, con las palabras sagradas de Jesús.

– No sabía él lo que aportaría, hasta que no lo involucraron.

– Seguro que este gesto pasó a ser un antes y un después en este joven.

LA MULTITUD

– La gente colabora con la organización.

– Se deja conducir por la voz de los discípulos.

– Los discípulos sólo hacen lo que dice Jesús.

– La gente no reclama comodidades.

– Tienen lo más importante: a Jesús y a los hermanos.

– Sencillamente, se sientan sin complicaciones.

– No refunfuñan. Obedecen. Sacan provecho de las hierbas.

– Guardan silencio. Viven su experiencia.

JESÚS

– Jesús está en todos lados en el relato. En el comienzo, en el medio, en el fin, siempre.

– Pero no busca ser el centro.

– Dice una orientación y los demás la siguen.

– Genera movimiento y participación.

– Todos son parte del milagro.

– Sienten sentido de pertenencia.

– Guardan atención y respeto a lo que viene:

– “Dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaba sentados”.

– Luego de haber alimentado hasta saciar, prosigue orientando:

– “Recojan los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie”.

– Las doce canastas llenas nos recuerdan que ese alimento de vida está destinado para todo el Pueblo de Dios, que aún necesita de él.

– Así como los discípulos, no maduraron a un tiempo, sólo por estar cerca de Jesús, de la misma manera, la multitud, necesita curtir su etapa hacia la madurez. No entiende a la primera el sentido del signo que hizo Jesús.

Señor: es hermoso contemplar cómo, desde antiguo, te has interesado por satisfacer el hambre del pueblo, con el alimento material y espiritual. Por eso dice Eliseo sobre el pan que le llevan como primicias: “Dáselos a la gente, que coman”. Esta bondad del corazón, lo testimonia el salmista cuando recita: “Abres tú la mano, Señor, y nos sacias”. Con razón dice san Pablo que en ti somos “Un solo cuerpo y un solo Espíritu”. Gracias por hacerte alimento de vida. Gracias por enseñarnos a gastarnos para que a otros, ni a nosotros, les falte.

¿En cuál etapa estoy en esta narrativa?:

  • ¿En la etapa de Felipe, que se cuestiona cómo saciar el hambre de la gente?
  • ¿En la de Andrés, buscando alternativas?
  • ¿En la del muchacho que tiene los panes escondidos?
  • ¿O cuando el joven dona sus panes y sus peces?
  • ¿Estoy repartiendo lo que Jesús ha bendecido?
  • ¿O recogiendo lo que ha sobrado?
  • ¿Estoy sentado con la gente esperando el alimento?
  • ¿Involucrando para que otros participen?