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VIRGEN DE LOS DOLORES

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NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

LECTURAS DE HOY: 15/9/21
(Hb 5,7-9; Sal 30; Jn 19,25-27)

La carta a los Hebreos nos inaugura la meditación: “Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer”. Esta frase, en este día, Virgen de los Dolores, nos hace recordar que la misma actitud de Cristo fue la misma actitud de la Madre. La tradición reconoce en Ella siete dolores fundamentales; aprendamos de su madurez para asumir las angustias de la vida y el sentido que éstas tienen vividas desde la fe.

PRIMER DOLOR: “¡A ti misma una espada te atravesará el corazón!” (Lc 2,35). La grieta en el corazón de la Madre, como la grieta en el costado del Hijo, son escenarios de contemplación y purificación. Su corazón expuesto, interpela y deja en evidencia la realidad que guardamos en nuestro interior. “Que el corazón abierto de la Virgen purgue las causas de nuestros dolores”.

SEGUNDO DOLOR: “Toma al niño y a su madre y huye Egipto” (Mt 2,13-15). Obedecer en el sufrimiento tiene alto mérito a los ojos de Dios. Confiar en medio de tinieblas: eso es santidad. La bienaventurada Madre, perseguida, manteniendo el Niño en sus brazos, mantiene el sentido de su fuga. María no huye del dolor, sino de quien quiere retrasar el sueño de Dios para la humanidad. “¿Los dolores que experimento, me han hecho perder el rumbo de la voluntad de Dios para mi vida?”.

TERCER DOLOR: “¿Por qué nos has hecho esto..?” (Lc 2,41-50). Tres días de sufrimiento, con Jesús “perdido” provocaron que “la llena de gracia” sintiera estar “llena de angustia”. Nos invita a permanecer en los planes de Dios aunque no comprendamos nada, porque al fin de cuentas, todos culminaremos encontrándonos en la misma Casa del Padre, con Jesús, María y José. ¿Qué aprendo de la manera en que María sobrelleva su angustia?”

CUARTO DOLOR: María encuentra a Jesús cargando la cruz “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí” (Lc 23,26-27). Cuando llevaban a Jesús camino al calvario, no tuvieron que echar mano a María, como lo hicieron con Simón de Cirene quien, casualmente pasaba por allí. En algún momento se cruzaron sus miradas. Ella fue presencia cirinea. Virgen María, enséñanos a ser como tú y estar presentes en las cruces cotidianas de nuestros hermanos.

QUINTO DOLOR: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre…” (Jn 19,25-27). Cuando no se puede hacer nada, en situaciones extremas, por las personas que amamos, la actitud sapiencial es, como María, “Estar junto a la cruz”. Ahí la contemplamos, como “estaca humana”, haciendo raíz con una determinación incomparable, por fuerza del Espíritu Santo. Virgen María enséñanos a ser “estaca” consoladora para los demás.

SEXTO DOLOR: El cuerpo de Jesús es entregado en los brazos de su Madre. “Había también unas mujeres mirando desde lejos…” (Mc 15,40-41). Cada estación del dolor mariano inaugura en ella una nueva dimensión del sufrimiento. Por eso marcan. Se cuentan. Se distinguen. Se acentúan. Son agujas en diversos rincones del alma. Pero ahora, la profecía: lo recibe muerto, pero siempre Hijo. Virgen María: danos coraje de abrir los brazos y acoger, sin regateos, la voluntad de Dios.

SÉPTIMO DOLOR: Jesús es sepultado “Las mujeres que habían venido con Él desde Galilea fueron detrás” (Lc 23,55-56). La Madre, como ofrenda de Dios recibe al Hijo y ella, como ofrenda de amor lo entrega al Padre. Al entregar el cuerpo del Hijo al sepulcro: lo deposita, al mismo tiempo, en el mismo vientre de la divina misericordia. Allí, donde reposará tres días. En esos días de su espera; donde espera lo que no sabe: marcada por la oscuridad de sus pensamientos y el vacío de su presencia. El cuerpo de la Madre ahora queda como “tinaja abierta”. Aguardando la lluvia de vida que cae del cielo para la vida eterna. Virgen María, que nuestros dolores sean fecundos y nos abran a la esperanza.

Señor, en esta mañana rezamos para ti con las palabras del salmista: “A ti, Señor, me acojo… Tú eres mi Dios. En tus manos están mis azares… Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos”.