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ARCAS Y PILARES COMO MARÍA

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LECTURAS DE HOY: 12/10/21
(1Cro 15,3-4.15-16; 16,1-2; Sal 26; Lc 11,27-28).

La primera lectura de hoy nos habla del “Arca de la Alianza”; el evangelio, de manera indirecta, hace referencia a María (cuando una mujer, en medio del gentío al que Jesús hablaba, le dice: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”). La tradición de la Iglesia ha reconocido a María como “Arca de la Nueva Alianza”. Meditemos en esta relación en la fiesta que celebramos, Nuestra Señora del Pilar.

ARCA DE LA ALIANZA

La Alianza que Dios hizo con su Pueblo Israel, estaba representada mediante el “Arca de la Alianza”; la misma, en su aspecto físico, era una pequeña caja portátil (Gn 50,26), hecha de madera de acacia, recubierta de oro por dentro y por fuera, en vista de su santidad. En la parte superior se encontraba una tapa dorada identificada como “lugar de misericordia”. Sobre ésta había dos querubines. Era el lugar privilegiado para Dios encontrar a su pueblo y revelar su voluntad. En su interior, se portaban las tablas de la ley, desde el tiempo mosaico (1R 8,9). El Arca era llevada al frente cuando los hebreos viajaban a través del desierto (Nm 10,33), también delante del ejército en tiempos de guerras o de pestes. Era, sencillamente, presencia de Dios peregrino e itinerante; santuario de un Pueblo nómada. En tiempos de David, el arca fue trasladada a Jerusalén y, posteriormente, instalada en el templo, en tiempos de Salomón.

MARÍA: ARCA Y PILAR DE LA NUEVA ALIANZA

En el evangelio de hoy queremos contemplar a la Virgen como Arca de la Nueva de la Alianza, y como imagen de la Iglesia que nos engendra, nos alimenta, haciéndonos nacer a una nueva vida. Ella, como Madre del Hijo, es también Arca de Dios. Arca de la nueva ley que es el amor y la misericordia. Con Ella, y como Ella, somos peregrinamos; va delante intercediendo por nuestras necesidades y diligenciando nuestra santidad.

Según la tradición, el apóstol Santiago, el mayor, evangeliza las tierras de Iberia (España); ante el desaliento por los pocos frutos de conversión, la Virgen María, todavía en carne mortal (no Asunta al cielo), se le aparece en Zaragoza, dándole un doble mensaje: la conversión del pueblo y la promesa de que los pilares de la fe nunca faltarán. Le deja al apóstol, como signo, un pilar de piedra.

Señor: que seamos unos para otros arcas de la presencia de Dios, como nueva alianza; y que nunca dejemos caer los pilares que sustentan nuestra fe; sobre todo en estos tiempos difíciles y de dudas.

  1. ¿Soy coherente como quien ha nacido a una vida nueva?
  2. ¿Soy signo de nueva alianza para los demás?
  3. ¿Somos pilares unos para otros en estos tiempos difíciles?