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FUEGO, BAUTISMO Y DIVISIÓN: ARDORES DEL ESPÍRITU SANTO

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EVANGELIO DE HOY: 21/10/21 (Lc 12,49-53).

Lucas nos presenta las enseñanzas de Jesús: ha venido a prender fuego, antes ha de pasar por un bautismo, y trae división. Estos tres elementos, como punto de partida, parecen chocantes, pero en meditación sacaremos provecho para nuestra madurez cristiana.

HE VENIDO A PRENDER FUEGO

En un mundo donde prima la tibieza espiritual, el relativismo, la superficialidad…, Jesús dice que ha venido a prender fuego. Tengamos la imagen de una leña humedecida, así es la realidad de quien está distante de Dios, y se resiste a cualquier chispa por el nivel de indiferencia. Es justamente en este contexto, donde el Señor afirma que viene con fuego. Se trata del fuego del Espíritu Santo, que atiza los corazones, las almas, para que nadie quede frío, inexpresivo, vacilante ante su presencia.

El Espíritu comparado con un fuego, nos hace reflexionar que por donde éste pasa las cosas no quedan igual. Uno no se quema con la palabra “fuego”; se quema con el fuego mismo; tampoco se hiere con la quemadura del otro, sino con la propia. El fuego que trae Jesús es para todos y para cada uno. Nos introduce en su hoguera, hasta hacernos resplandores vivos, chispas santas que, santificándose, se convierten en colaboradoras del santificador.

TENGO QUE PASAR POR UN BAUTISMO

No existe don sin cruz. Pero tampoco no hay cruz que se soporte sin esperanza. Jesús intenta abrirnos los ojos del entendimiento, para que comprendamos que antes de llevar fuego hemos de dejarnos triturar por el sufrimiento. Se trata del sufrimiento del morir a sí mismo, para acoger la voluntad de Dios como Él lo hizo, hasta la muerte en cruz. La expresión “tengo que”, ya habla del sacrificio de ese bautismo, el bautismo de sangre que es, al mismo tiempo, el nacimiento a la nueva vida probada en fidelidad. Nosotros también pasamos por este segundo bautismo cuando sintonizamos y no perdemos la voz que el Señor nos dirige, obedeciéndola.

HE VENIDO A TRAER DIVISIÓN

Quien ha recibido, acogido, aceptado en su vida el Don del Espíritu Santo, como los apóstoles en pentecostés, comienza a formar la nueva familia en el seno trinitario. Esta comunión supone gozo pero, al mismo tiempo, persecuciones y divisiones. La honestidad espiritual no se vive de la misma manera ni siquiera en el seno del hogar. Por eso las divisiones a las que Jesús hace referencia entre los parientes más cercanos.

El Salmo de hoy, también deja notar indicios divisorios entre la gente que ha escogido meditar las cosas de Dios, y quienes han priorizado, en sus vidas, desaprovechar el tiempo en otras cosas pasajeras. Los primeros, son comparados con “árbol plantado al borde del río; los otros, con “paja que el viento lleva”.

Señor: aquí nos presentamos con nuestras leñas un poco humedecidas para que tu fuego las caliente y las haga arder. Tú sabes que buena voluntad tenemos, pero ésta no es suficiente. Ve echándonos las salpicadas de ese bautismo para ir ejercitando nuestra decisión de seguirte. Capacítanos, Señor, con paciencia y misericordia. No queremos hacer lo que agrada a los demás sólo por aprobación; deseamos sinceramente ser honestos a tu llamada. Estamos ante ti, enciende nuestra noche.

  1. ¿Cómo está mi corazón con el Señor: tibio, encendido, ardiendo?
  2. ¿Cuál es el perfil de la paz que estoy viviendo?
  3. ¿La honestidad espiritual me trae división; a qué le llamaría honestidad espiritual?