“¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!”
2 min readLa segunda lectura de hoy tomada de la carta a los Hebreos, nos dice que cuando entró Jesús al mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, Oh Dios, para hacer tu voluntad”.
Primero dice: “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias”, que se ofrecen según la Ley. Después añade: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad”.
Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.”
En realidad, todas las lecturas de hoy tienen que ver con el actuar del cristiano. El Salmo es precioso: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.” … Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: Danos vida, para que invoquemos tu nombre.”
Y qué decir del Evangelio de hoy según San Lucas: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Es la visita de Santa María a su prima Isabel. María siempre atenta a las necesidades de los demás.
“Ser y existir como hombre es estar y entrar en relación. Las relaciones humanas pueden ser sumamente variadas, pero al final se reducen a tres fundamentales: relación con Dios, con el hombre y con el mundo que le rodea. A la liturgia interesan las dos primeras relaciones. La relación fundamental de Jesús con su Padre. Es una relación filial de obediencia: “Yo vengo para hacer, Oh Dios, Tu voluntad”.
Es la obediencia de un hijo que trata de agradar en todo a su padre. Esta obediencia filial llegará hasta el extremo del sacrificio. No se puede separar, en el misterio cristiano, la Navidad de la Pasión, la Navidad de la Pascua. Jesús mantiene su obediencia al Padre mediante su relación con la profecía, una relación de cumplimiento.”
Ojalá pudiéramos relacionarnos con Dios Padre, con Dios Hijo y con Dios Espíritu Santo, con María Santísima, nuestra madre y nuestra reina; con los santos, nuestros hermanos y protectores desde el cielo, pero también con los hermanos de aquí abajo, como verdaderos hermanos en el Señor. ¡Amén!