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COMO LOS MAGOS: PONERNOS A CAMINAR HASTA QUE LA ESTRELLA NOS DEJE ANTE EL SOL

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EVANGELIO DE HOY: 6/1/22 (Mt 2, 1-12)


Hoy celebramos la epifanía del Señor o su manifestación en el mundo… y el evangelio nos muestra, mediante el relato de los magos, las actitudes que hemos de tener ante tal acontecimiento. Meditemos:
 
Los magos estaban atentos y despiertos a las señales del cielo. De ahí que, al descubrir la estrella se pusieron en camino. Las estrellas, en el mundo bíblico, son amigas de Dios, y en este episodio queda muy evidente. Pero esta vez, los magos contemplaron una estrella especial, la que les hizo salir de su patria para adorar al Niño Dios. Llegaron a tierra de los judíos para preguntarles a ellos mismos, por el Rey. Había nacido el Rey de los judíos y fueron los extranjeros quienes les recordaron la profecía.
 
El despiste de Herodes se dejó sentir, y hasta convocó a sus sabios y entendidos para dar respuesta a la pregunta: “¿Dónde tenía que nacer el Mesías?”. Correctamente respondieron su cuestión. Pero, no se pusieron en movimiento. No caminaron con ellos. Hubo un contraste entre la quietud y la prontitud para avanzar hacia el encuentro; y un secreto irónico por parte de Herodes hacia los magos: “…vayan y averigüen… avísenme para yo también ir a adorarlo”. Herodes se quedó en su palacio, no se enlodó, no se lanzó, no se ofreció.
 
La estrella aguardó la conversación y las gestiones; prosiguió en ruta. Pero, cuando llegaron hasta donde estaba el SOL, se detuvo. No tiene sentido la estrella cuando el Sol alumbra. Su misión ha sido realizada. Los dejó en el lugar cierto. Como hacen los amigos de Dios, dejan a los demás ante el SOL de santidad y justicia, y se marchan, no sin antes garantizar la “inmensa alegría” de haberse encontrado con Dios.
 
Llama la atención que el texto dice: “entraron a la casa”, o sea, era un lugar abierto, sin puertas, sin atajos. Y vieron “al Niño con María”. No hubo saludos de palabras. Nada. Sencillamente un “caerse de rodillas y adorar”. Nos quedamos con esta imagen un poco. Es una escena hermosa. Porque la Madre respalda a los hombres y a las mujeres de todos los tiempos y de todos los pueblos, para que adoren al Hijo.
 
Esos magos, llenos de delicadeza, no se aparecieron con las manos vacías. Luego de adorar, abrieron sus cofres. Primero adoran. Luego regalan. Primero se dan ellos mismos, luego sus pertenencias. Dieron lo que son y lo que tenían. En el pensamiento de san Agustín: le llevaron oro por ser Rey; incienso por ser Dios; y mirra por ser hombre.     
 
Señor: como bien nos canta el salmo de hoy “Se postrarán ante ti todos los pueblos de la tierra”; gracias porque para que esto sea posible, nos das una Madre buena, que prepara y garantiza ese encuentro santo. También nos ofreces las estrellas, que son los santos y las santas que nos rodean, tus amigos, vocacionados para guiar y animar en el camino hacia ti; los sacramentos también son tus amigos íntimos, porque en ellos nos encontramos. Nos dispones, al mismo tiempo, una casa, un portal, una comunidad, que es tu Iglesia, grande o pequeña, cómoda o precaria, pero tu casa, para recibirnos, siempre de puertas abiertas. Señor, ¿qué te podemos dar, que no nos hayas dado primero?  
 
1.      En este momento de mi vida ¿me he quedado en el “palacio” como los sabios y entendidos?

2.      ¿Busco, procuro, me pongo en camino guiado por las estrellas?

3.      ¿Estoy ante el SOL, adorando con María?

4.      ¿Qué le doy de mí al Señor: me le doy yo mismo?

5.      ¿Cómo pongo a los pies del Señor todas mis pertenencias para su Reino?