Paz ante el sufrimiento
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El sufrimiento es parte de la existencia, y la vida de la Santísima Virgen estuvo profundamente marcada por el dolor, sin embargo, en su padecimiento fue capaz de hacerlo con entereza, enseñándonos que detrás de cada sufrimiento hay una historia de amor, en excelsa poesía lo expresa Francesco Petrarca que el “sufrimiento es alivio del dolor” (Cancionero núm. 139)
De estos dolores, uno en particular, destacan los mariólogos: el dolor de una nueva soledad, que se resume en la “soledad tremenda que deja la muerte de un ser querido que ha estado a nuestro lado; agregan, ni “la fe, ni la confianza, ni el amor de María se vinieron abajo ante esa nueva manifestación incomprensible de la voluntad de Dios; creyendo, confiando y amando supo esperar la mayor alegría de su vida: recuperar a su Jesús para siempre tras la resurrección”.
Se trata de la paz que como bien no hay otro igual, de una paz que invita, a que “aprendamos de María a llenar el vacío de la soledad que nos invade tras la muerte de nuestros seres queridos, a llenarlo con lo único que puede llenarlo: el amor, la fe y la esperanza de la vida futura”.
Un fragmento de una elegía acróstica de un monje-sacerdote maronita llamado Padre Stephan que vivió en Roma en 1729 sobre el dolor de la Virgen María en la separación de su hijo amado lo explica así: “Su corazón de madre no retiene sus penas, aunque esté luchando contra el destino, una y otra vez repasa su historia de aceptación, y vuelve al inicio de su bendecida maternidad”.