Vie. Jul 26th, 2024

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ACOJAMOS SIEMPRE: NO SABEMOS POR DÓNDE VIENE LA BENDICIÓN.

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EVANGELIO DE HOY: 21/3/22 (Lc 4,24-30).

Estando Jesús en la sinagoga de su pueblo le dijo a la gente: “Ningún profeta es bien mirado en su tierra”. Rescata, para ilustrar la afirmación, la acogida que tuvieron Elías y Eliseo, no por la gente de Israel, sino por dos extranjeros: la viuda de Sarepta y Naamán, el sirio. Interesaría detenernos a meditar sobre cómo estos dos personajes hicieron su proceso y alcanzaron la gracia de saber mirar bien a los enviados del Señor.

En 1 Rey 17,8-16 está el relato de la viuda de Sarepta. Ella estaba en sus quehaceres, recogiendo leña, pero fue capaz de escuchar la voz de quien le llamaba, Elías. Dejó lo que estaba haciendo para buscarle lo que solicitaba, agua. No había alcanzado el agua cuando también le pidió pan. Este segundo pedido le dolió, porque un puñado de harina le quedaba para ella y su hijo, sin más esperanza. Pero esta mujer confió en las palabras de ese mensajero, que le dijo: “el cántaro de harina no quedará vacío, la aceitera no se agotará”. Ella obedeció; confiando, creyendo, apostando.

Esta viuda no reparó que era un hombre quien le hablara, ni cuál era su procedencia. Sólo escuchó el mensaje. No le importaron los comentarios del pueblo, sencillamente acogió al mensajero. Abrió la mano y el corazón ante lo poco que tenía. Fue un acto de confianza. Y justamente, fe y confianza es lo que se nos pide a cada uno de nosotros ante el Señor que llega en los rostros más desconocidos o en los más familiares. El Señor llega como quiere y cuando quiere, y mediante los escogidos que quiera. Dichosos si nos detenemos a escuchar y a obedecer sin importar el instrumento que porte el mensaje de Dios.

Con relación a Naamán, el sirio (2 Rey 5,1-15a); lo recordamos como un exitoso general del ejército, un combatiente extraordinario, pero impotente ante la lepra que lo hacía sufrir. Va a ir a Israel en busca de su sanación. Con Eliseo, y en la pedagogía de este profeta, el militar aprende, se convierte, y nos deja una lección importante: Dios no tiene esquemas, protocolos fijos, acabados, para hacer su obra. Con sólo bañarse siete veces en el Jordán su carne quedó limpia. Aquí se realza la obediencia.

El sirio, como él mismo consideró, tenía muchos ríos en Damasco, pero el agua que le propuso Eliseo tenía la bendición del Señor, y ahí estaba la diferencia. Uno no sabe por dónde viene la bendición; si no se sale de sus propios esquemas la puede dejar pasar. Este general nos enseña sobre la importancia de la humildad para bien acoger al profeta que trae la sanación en Nombre del Señor… En todo su proceso intervienen sus empleados: la joven que servía en su casa, quien aconseja el viaje, y los siervos que le acompañaron, y que bien le invitaron a que hiciera las cosas fáciles, así como el profeta se las presentaba. En eso fácil, que a los criterios humanos parece absurdo, ahí se juega la salvación.

Señor: “como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío”. Ayúdanos, buen Jesús, a estar atentos al agua que nos ofreces y en el cántaro que quieres darla. Danos sabiduría y discernimiento para no etiquetar tu manera, tu forma de proceder. Queremos ser humildes para descubrirte en las cosas más sencillas, en las personas más cercanas. Deseamos dejarnos sorprender por tu amor y tu manera de acercarte a nuestras vidas. Aquí nos tienes, Señor.

  1. ¿Me estoy dejando sorprender por Dios?
  2. ¿Cómo estoy acogiendo la Palabra y el mensaje que el Señor me envía?
  3. ¿Qué actitudes tengo ante los mensajeros del Señor?