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Una maravilla

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Aunque se trata de su responsabilidad, ya es una joven adulta, el pasado diciembre, aproveché que mi hija estaba fuera del país para organizar su habitación. Durante mucho tiempo, tuvimos diferencias al respecto e intenté distintas estrategias, hubo castigos, reproches y ultimátum con fecha. El ambiente de su cuarto mejoró, había un orden aparente, producto de compromisos que ella asumió, pero se quedaba en la superficie, por debajo seguía cierto caos.

Al fin

Así que me cansé y decidí tomar el toro por los cuernos y dedicar un par de días para reorganizar su espacio por completo. Establecí un orden y un lugar para cada cosa. Y, cuando ella regresó, le advertí que debía mantener todo donde lo encontró. Así lo ha hecho, hasta ahora. Después de tantos desacuerdos por el mismo tema, ahora, ella reconoce que se siente mucho mejor en una habitación ordenada. De hecho, por iniciativa propia, mejoró mi trabajo adquiriendo un mueble móvil que le permite trasladar, de un lado a otro de su cuarto, todas las herramientas que utiliza para dibujar, que es su gran pasión, sin dejarlas tiradas.

Como el universo

En estos días, le pedí algo a mi hija y, cuando dudó de si aún lo conservaba, fui directo a donde lo había puesto. Entonces, le dije: “El orden es una maravilla”. Decidí aplicarme la misma receta en mi habitación, creé carpetas, que estaban pendientes, para recibos, facturas etc. Cada vez que necesito encontrar un documento, y lo localizo en un minuto, vuelvo a regocijarme por la cantidad de estrés y malos ratos que nos ahorra el orden. El mismo Dios, dice la Biblia, es un Dios de orden. Y eso se aprecia, con absoluta claridad, en su creación. En el universo todo tiene reservado un lugar y una función.

EL ORDEN DE DIOS Y LA HUMANIDAD.: 2016

Abrazo para mí

Nuestro entorno influye tanto en el resultado de la calidad de nuestra existencia que, cuando nos tomamos la molestia de dar un paso más, hacia su organización, terminamos por casi darnos un abrazo, a nosotros mismos, en agradecimiento.

Años de paz

El orden, que empieza por los zapatos, la ropa, los libros, los papeles, hasta la correa y la comida de las mascotas, debe continuar con la parte económica, el pago a tiempo de los servicios, la distribución equilibrada de las finanzas, el respeto a los límites que nos impone nuestra realidad. Y, por supuesto, en lo espiritual. He escuchado testimonios de personas a quienes Dios les ha dicho que, antes de recibir el milagro que pedían, debían poner orden en sus vidas. El orden es un regalo de amor que nos hacemos a nosotros mismos. Establecerlo toma un día, una semana, o varias, pero nos regala años de paz, ese tiempo invertido lo recuperamos con creces.