Vie. Abr 26th, 2024

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¿Cuándo envejecemos?

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Ni cuenta nos damos, pero los años pasan, al margen de cuán atractivas nos considere el espejo. Nosotras, las mujeres, con todos los trucos modernos para retrasar el efecto de la edad, nos enteramos que ya no somos jóvenes cuando reparamos en detalles malos y buenos, todo tiene sus pétalos y sus espinas.

En casa

Envejeces, quizá lo sabes, y, si no te aterra, al menos, te molesta, cuando miras más hacia atrás que hacia delante, y quisieras reparar el pasado con tanto empeño que dañas el presente. Aparecen las canas y las arrugas, los pechos se caen y nadie voltea a mirarte cuando cruza junto a ti. Los días resultan similares y, al pensar en viajar, lo primero que llega a tu mente es el caos del aeropuerto, la monotonía de las horas de vuelo, el fastidio de cargar con las maletas y, entre pasar quince días de paseo y dormir en tu cama, prefieres quedarte en casa, aun sin pandemia.

Odiar los tacones

Envejeces, cuando suspiras por los actores de las telenovelas, como una querida vecina de mi infancia, más bien, por los personajes que interpretan, esos caballeros enamorados, fieles y generosos, y sientes una indiferencia distante por los hombres reales que cruzan a tu paso. Por supuesto, otros signos son si la ropa no te sirve, algunas comidas empiezan a caerte mal y los tacones te resultan molestos, casi tan intolerables como el chisme, la perversidad y la maldad ajena.

¿Adivina?

Si a usted le pasa que despierta con gratitud, se acuesta con alegría, descansa sin interrupciones, ni buenas ni malas, y madruga, indefectiblemente, sin objeto, ¿adivina?, se está volviendo vieja. Lo confirmará al darse cuenta que conoce, desde el vientre de sus madres, a muchos adultos, con familias y responsabilidades, distantes ya de los niños o adolescentes que alguna vez arrulló o regañó.

Las flores del camino

Lo bueno es que, si no hemos perdido el tiempo, la experiencia de envejecer encamina hacia la verdad de la existencia. En particular, a mí me alegra haberla descubierto a tiempo, antes de la tumba. Debe ser difícil eso de tener las pruebas reclamadas, de que Dios y el diablo existen, cuando ya vas camino al infierno, y no hay nada que hacer. Como si te montaras en el vuelo equivocado y caes en cuenta cuando la azafata empieza a hablar en chino.

Por suerte, las arrugas y las canas, con frecuencia, llevan a la fe, depende, claro, si eres una buena alumna en la escuela de la vida. Si no, igual, envejeces, mal o bien, a los años les da lo mismo, de todos modos, no se detienen.