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EL SILENCIO DE HOY: SÁBADO SANTO 2022.

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“Durante el sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte”. Es una realidad que nos exige silencio. El silencio necesario para adentrarnos en el misterio de la historia de salvación y descifrar, en Cristo, la manera en cómo Dios nos conduce.

El silencio de hoy es una escuela de fe. Nos ejercita para:

  • Saber esperar en soledad y no desesperar en el dolor y en la tristeza.
  • Convencernos de que el amor es más fuerte que la muerte.
  • Abandonarnos en los designios de Dios.
  • Tener un “Fiat” como respuesta.
  • Animar a la comunidad de hermanos y hermanas.
  • Sostenernos por la gracia del Espíritu Santo.
  • Releer toda la historia con ojos de salvación…

Lo que aparenta ser un silencio de derrota, realmente es un silencio fecundo, porque nos hace madurar. Cuando pareciera que nos han abandonado a nuestra suerte, sencillamente se está prolongando la misión, ahora en una etapa discreta: el Hijo de Dios baja hasta los infiernos, porque allí también necesitaba liberar; rescatar a todos los santos que murieron antes que Él y permanecían en oscuridad. Los recupera para el reino de la vida. Con razón recita la Carta a los Filipenses 2,10: “… al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos”.

En sintonía con este misterio de amor dice el salmista, “¿Por qué te abates, alma mía, por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios que volverás a alabarlo. ¡Salvación de mi rostro, Dios mío!” (Sal 41-42,12). El creyente fiel sabe que, aunque pase por aprietos en la vida, Dios nunca le ha quedado mal (Cf. Sal 70,20). En este aspecto recobra sentido, que el altar permanezca desnudo… pero hasta la Vigilia de resurrección. En Cristo Resucitado, nuestro luto se convierte en danza.

Oremos con este pensamiento de San Juan de la Cruz, en su obra, Subida al Monte Carmelo: “Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tieneok más que hablar; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad”.

  1. ¿Cómo vivo el silencio de Dios en mi vida? ¿Qué actitud tomar cuando todo calla?
  2. ¿Qué aprendo de la Madre de Jesús, con relación a saber meditar en el corazón?
  3. ¿Qué situación me dice: espera en Dios, sin desesperar?
  4. ¿De cuáles “infiernos” el Señor nos rescata hoy?
  5. ¿Qué implica en mi vida resucitar en Cristo, quien hace nuevas todas las cosas?