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LA LUZ DE CRISTO ENTRA POR EL OÍDO: PERMITE CREER Y VER A DIOS EN TODAS LAS COSAS. 

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EVANGELIO DE HOY: 11/5/22 (Jn 12,44-50).

Las enseñanzas de Jesús parten hoy de dos frases: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado”, “el que me ve a mí ve al que me ha enviado…”. Llama la atención que “creer” es anterior al “ver”, pues realmente, si no se cree no se ve nada.

Seguidamente Jesús afirma “Yo he venido al mundo como luz”. Él es la luz que permite creer; fuera de esta luz sólo quedan las tinieblas. El Señor nos invita a salir de la oscuridad siguiendo su luz. ¿Cómo se reflejan las tinieblas en nuestras vidas? … Estas tinieblas se pueden reflejar en mayor o menor grado: …cuando uno camina, vienen y van días sin saber qué se busca, qué escoger, qué decidir, qué responder, qué postura tomar, qué acoger, qué rechazar, en qué invertir, por qué esperar… también se reflejan viviendo sin tener en cuenta a Dios para todas las cosas, o dejándole el último lugar en la lista de prioridades.

Esta teología de Juan, profunda, toca lo cotidiano de nuestras vidas; nos orienta a cómo salir del mundo de las tinieblas. Para dicha salida cobra importancia el verbo “oír”. La luz de Cristo entra por el oído. Se nos provoca a poner atención, a meditar, a reflexionar… a ser gente de oración ante la escucha de su Palabra; Jesús advierte sobre quienes la pasen por alto. Deja claro que no será Él quien juzgue: “La Palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día”.

Da la impresión de que ese día final uno podrá darse cuenta del tiempo que desperdició sin necesidad. Ante su Luz despertará nuestra conciencia, quedando expuesto a nuestros ojos nuestra dureza o nuestra docilidad, la verdad de lo que somos.

El gozo de vivir en la luz de Cristo nos permite ver con los ojos de la fe: vemos la presencia de Cristo en las demás personas y en los acontecimientos. Aunque todo esté nublado o con tinieblas uno sabe hacia dónde ir, qué decir, qué postura tomar… Se vive con serenidad, aún en medio de las pruebas y dificultades, porque se le pone nombre a las situaciones, permitiendo aguardar con paciencia.

La luz de Cristo alumbra y eleva a la persona para no enredarse en las garras que estancan y paralizan. Ella apunta hacia el horizonte que es la santidad. Alumbra el valor que tienen las cosas del cielo y no permiten distraerse con las chucherías pasajeras.

Cada uno de nosotros hemos de preguntarnos qué tanto estamos favoreciendo que la luz de Cristo nos ilumine. Hay posturas que pueden obstaculizar, otras pueden ayudar a que Ella sea cada vez mayor.

El Salmo 66, cuando dice “…que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”, está invitando a que todos los pueblos, juntos, reconozcan, crean, escuchen, y vean al Señor en todas las cosas. Nadie puede alabar sin estos presupuestos. Sigamos orando con sus frases: “El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; reconozca la tierra sus caminos, todos los pueblos tu salvación”.

1. ¿Cómo está la vela de mí fe?
2. ¿Puedo contemplar la presencia de Dios en la vida cotidiana?
3. ¿Cuál es la calidad de mi escucha a la Palabra de Dios que se me da cada día?
4. ¿Cómo me voy ejercitando en ser luz de Cristo para los demás?