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ANTE NUESTROS DESEOS, Y A PESAR DE LA TRISTEZA: EL SEÑOR HACE LO QUE NOS CONVIENE.

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EVANGELIO DE HOY: 24/5/22 (Jn 16,5b-11).

Jesús continúa preparando a los discípulos por su despedida histórica, física. Pongamos atención a este detalle tan humano de su parte, porque es signo de que los comprende y los respeta en el proceso espiritual alcanzado hasta ese momento. Ante la reiteración de que Él regresa al Padre, no se atrevieron a preguntar nada. Desde los pasajes anteriores, de cada día, han guardado silencio; y Jesús interpreta dicho silencio diciendo:
 
“Por haberles dicho esto, la tristeza les ha llenado el corazón”. Las palabras de Jesús nos permiten entrar hasta la intimidad de los discípulos. Describen lo que pasa en su interior. Él lee sus miradas y pone nombre a lo que viven dentro. La tristeza nos llega, también a nosotros, cuando no comprendemos los designios de Dios en la historia, en nuestras vidas.

Hemos tenido la experiencia de quedarnos «mudos» ante el dolor de lo inesperado, ante el desconcierto. Sabemos del vacío, del nublado en el corazón cuando queremos algo, a nuestra manera, a nuestra lógica. El Señor, que sabe todo, ve necesario acompañarlos pacientemente, porque como dice el Salmo 102,14: “Él conoce de qué estamos hechos”.
 
El Señor tuvo la tarea divina de cambiar esos corazones llenos de tristeza, por otros llenos de esperanza. Infundió en sus vidas palabras de consuelo: “Les conviene que yo me vaya”. Un sabio profesor dijo a sus alumnos: “una cosa es lo que ustedes quieren y otra es la que les conviene”. También, Santo Domingo de Guzmán, en agonía, rodeado de sus frailes (dominicos), mientras éstos lloraban amargamente, les dio esperanza: “les seré más útil desde el cielo”. Con estos ejemplos nos adentramos más a lo que Jesús desea comunicarnos.
 
“Si no me voy no vendrá a ustedes el Paráclito”. Él es el maestro de la alegría, el pedagogo, el instructor interior, quien despierta la conciencia con sus dones, dando claridad para acoger y comprender todas las cosas que, sin tal asistencia, sería imposible. En este sentido, san Gregorio planea el mensaje de Jesús con las siguientes palabras: “Si no sustraigo mi cuerpo de sus miradas, no alimentaré su espíritu con el consolador Espíritu Santo”.
 
Con el Salmo 137 rezamos: “Señor, tu derecha me salva./ El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos”. 

  1. ¿Qué le dice Jesús a mí tristeza?
  2. ¿Qué es lo que más me conviene en este momento de mi vida?
  3. ¿Cómo me voy preparando para renovar en mí el don del Espíritu Santo?