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SANTA MARÍA Y SANTA ISABEL: …. MAESTRAS DE DOCILIDAD AL ESPÍRITU SANTO

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EVANGELIO DE HOY: 31/5/22 (Lc 1,39-56).

A pocos días de Pentecostés, y cerrando el mes de mayo, celebramos la fiesta de la Visitación de la Virgen María. Por tal motivo, meditamos el pasaje acentuando la actuación discreta del Espíritu Santo; estaríamos, a su vez, considerando la manera en cómo se manifiesta y los frutos de su presencia en nuestras vidas.  

El Espíritu Santo, como a María, “nos pone en camino” con actitud buena, de prontitud. El deseo de salir hacia la otra persona, de ir a su encuentro, nace en la Madre por inspiración del Espíritu. ¿Cómo se sabe que es el Espíritu que la mueve?, por el mismo fruto de su vientre. El Hijo de Dios la habita. Dios mismo, dentro de ella, va naciendo. Cuando dejamos que Dios nazca dentro de nosotros, también nos inspira y conduce su Santo Espíritu.

A María la mueve el soplo sagrado, son santos los propósitos que la animan: va a celebrar, a proclamar las maravillas que Dios ha hecho en ella y por ella. Al mismo tiempo, va hasta quien la necesita. Su presencia se transforma en consolación y fiesta. Favorece la vida y la alegría. La alegría es garantía de la presencia del Espíritu. Si hay vida, gozo y paz, estamos en sintonía con el Espíritu.

Así como María está “llena de gracia”, Isabel quedó “llena del Espíritu”, en ésta se expresa mediante el don de la acogida; no sólo abre su casa, también su corazón. De su boca salen palabras que bendicen y reconocen las huellas de Dios en la vida de la otra persona. Isabel no se guarda los reconocimientos; los dice, y motiva el cantar mariano. El pasaje termina con el Magníficat (espejo del alma de María). Un alma recogida en el Espíritu vive la vida como un canto de alabanza y agradecimiento al Dios de la misericordia.  

Oremos al Espíritu, motor que nos hace sacar “aguas con gozo de las fuentes de la salvación”: Espíritu Santo, queremos ser dóciles a tus inspiraciones; auxílianos con tu presencia. Entra a nuestras vidas, a nuestras casas. Dirige nuestros pasos. Infunde gracia en nuestras palabras, capacítanos para bendecir y acoger en todo momento. Ayúdanos a llevar tu alegría a todo lugar.

1. ¿Cómo estoy acogiendo los deseos que el Espíritu pone en mi corazón?
2. ¿La vida que llevo sabe a canto de alabanza?
3. ¿Qué me enseñan María e Isabel para vivir Pentecostés a plenitud?