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LAS LÁGRIMAS DE LA VIRGEN MARÍA PURGAN NUESTRAS LÁGRIMAS.

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EVANGELIO DE HOY: 15/9/22 (Lc 7,36-50).

Ya dijo Santa Catalina de Siena que, “no todas las lágrimas tienen los mismos méritos delante de Dios”. En este día, que celebramos a Nuestra Señora de los Dolores, recordamos como María, siendo la Madre de Jesús, no fue librada de los profundos sufrimientos propios de quien obedece y es fiel a Dios.

Las lágrimas de la Virgen María no brotaron por caprichos personales, tampoco por rebeldía o frustraciones. Ella lloró por las cosas que el Hijo sufría. Su corazón no estaba blindado, sino que cargó la angustia sin desesperación. Dios Padre no le concedió privilegios, exonerando sacrificios, ni al Hijo ni a la Madre. Ellos dos son nuestro consuelo y modelo en todos los momentos difíciles de nuestras vidas.

Notemos que, siendo la alegría un tema mariano, hoy recordamos sus dolores. Los dolores forman parte de nuestra historia; se trata de los dolores fecundos, aquellos que usted no se busca por terquedad, sino que vienen por la opción de vida, por el seguimiento, por alguna circunstancia imprevista, por el compromiso, por la humanidad y la caridad que se lleva en el corazón… Cuando los dolores nuestros están unidos al de Cristo, como fue el caso de la Virgen, entonces, ellos son para nosotros purgante, lija para el alma. Los santos dolores nos hacen aterrizar, colocar los pies en la tierra. Nos acercan más a Dios. De ahí que alguien ha dicho: “El sufrimiento es como la basura, que nadie lo quiere, pero sirve de abono”.

El evangelio de este día también nos recuerda las “lágrimas de fuego” de una mujer arrepentida. El dolor que llevaba en su corazón le dio la valentía necesaria para ir hasta Jesús, entrando a la casa de un fariseo sin que nadie la hubiese invitado. El mismo Señor dijo que ella “le lavó los pies con sus lágrimas”. Esta mujer no estaba lejos del corazón de María. Las dos lavaron los pies de Jesús. Una en la casa del fariseo y otra en la cruz. Una, los lavó para sanarse, y la otra porque compartió la pasión del Hijo.

La libertad de María para llorar en el Hijo y por el Hijo, y la libertad de la mujer arrepentida, nos dan la clave para sanar nuestras heridas. A ninguna les importó el qué dirán la gente. Los besos que dieron a los pies de Jesús fueron su único motivo de inspiración. Ahí, en intimidad con Él, se derramó todo el perfume. En momentos como esos no se necesitan palabras. El lenguaje del amor es suficiente.

Señor: a tus pies entregamos nuestros dolores, los dolores por las más diversas circunstancias. Gracias Virgen María, porque nos comprendes, nos alientas. Danos algo de tu firmeza espiritual. Aquella que permite que tu alegría profunda se mantenga intacta. Queremos aprender a llorar por cosas de valor. Enséñanos a darle mérito a nuestras lágrimas. Que ellas rindan honor y gloria a nuestro Señor Jesucristo.

1. ¿Por qué llora la Virgen hoy? ¿Por qué lloramos nosotros?
2. ¿Cuáles dolores, de los que me cargo, me hacen más santo, y cuáles me hacen desperdiciar la vida?
3. A la luz de la Virgen, ¿cuáles motivos de lloros debo evitar y cuáles debo de asumir con la fuerza del Espíritu?
4. ¿Estoy provocando algún dolor inútil en los demás? ¿Cuándo fue la última vez que lloré a los pies de Jesús?