Sáb. Sep 7th, 2024

ApmPrensa

Agencia de Prensa APM

NO SE PUEDE SERVIR A DOS SEÑORES: PORQUE LOS DOS SEÑORES RECLAMAN EL ÚNICO CORAZÓN.

3 min read

LECTURAS DE HOY: 18/9/22.
(Am 8,7-4; Sal 112; 1Tim 2,1-8; Lc 6,1-13)

La primera lectura de la profecía de Amós es una denuncia frente a quienes explotan al pobre hasta hacerlo desaparecer. El pobre, en la sociedad bíblica, es aquel que “desea” y no tiene fuerza suficiente para satisfacer su deseo. El pobre desea disfrutar de sus cosechas trabajadas, pero no lo consigue porque otros se las quitan. Al mismo tiempo, el pobre defendido por los profetas, es el “justo”, el que construye comunidad. El vocero de Dios, mediante la Palabra, confronta tal actitud de los socialmente poderosos, y asegura que Dios no es indiferente a los atropellos; la esperanza del pobre no quedará defraudada.
 
El Salmo 112, nos presenta una hermosa imagen de Dios que no se queda estacionado en su gloria, sino que se abaja. Dios se abaja con un fino propósito: “Levantar del polvo al desvalido, alzar de la basura al pobre, para sentarlo en un lugar digno”. Esta verdad divina es lo que distingue la fe cristiana madura, porque va por la vida haciendo que el otro recupere su dignidad. ¿A cuántas personas estoy ayudando a otros a levantarse del suelo y a sentarse en la “mesa”?, cada uno ha de responderse, si quiere que su manera de ser sea conforme a la de Dios.
 
La carta de Pablo a Timoteo nos deja claro que el Señor no quiere que ninguno se pierda; que no se pierda el pobre, que no se pierda el opresor. La Palabra de Dios es una Palabra integradora, y que busca colocar todo en su lugar. La Palabra, nos recuerda el apóstol, es el mismo Cristo, quien vino en “rescate por todos”. De ahí que la sabiduría paulina nos motive a orar, especialmente por los gobernantes. Si ellos se apartasen de la oración, entretenidos en asuntos transitorios, entonces nuestra oración les alcanzaría. El apóstol pone los criterios para quien se disponga a orar, así lo expresa cuando dice: “alzando las manos limpias de ira y divisiones”.
 
El evangelio nos presenta a Dios como ese “hombre rico”, dueño de todo. El administrador somos todos los bautizados; administramos lo que no nos pertenece. El Señor se entera de la manera en cómo manejamos lo suyo. Por eso le dice: “¿Qué es eso que me cuentan de ti?”, “Entrégame el balance de tu gestión”. Ese pedido de cuenta nos llegará a cada uno de nosotros. Nos van a pedir cuentas. Un día tendremos que soltar la administración. No tenemos mucho tiempo.
 
El administrador astuto, sin enterarse, porque actúa en provecho propio repartiendo aprisa los bienes del amo; nos ayuda a vislumbrar el camino de nuestra salvación: ser caritativos y repartir entre los más pobres los bienes del hombre rico, porque Él no se enoja cuando se reparten sus cosas; se enoja cuando se acumulan sin tener en cuenta las necesidades de los demás. No se puede servir a dos señores, porque los dos señores reclaman el corazón. La parábola deja ver que esas personas que ayudamos en la tierra, un día nos recibirán en el cielo.
 
Señor, ayúdanos a servirte sólo a ti. Que tú seas nuestra riqueza compartida.
 
1. Cuando me pidan cuenta de mi administración ¿qué haré? ¿qué presentaré?
2. ¿A cuántas personas estoy ayudando a salir del “suelo”?
3. Si Dios se abaja con un propósito, ¿me estoy bajando con Él?