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AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD.

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LECTURAS DE HOY: 15/1/23
(Is 49,3.5-6; Sal 39; 1Cor 1,1-3; Jn 1,29-34).

II Domingo Tiempo Ordinario.

El Salmo 39 nos puede dar la clave para reflexionar las lecturas de este día. “Hacer la voluntad de Dios”, es una frase que se dice fácil, pero que ejecutarla exige templanza y sacrificio, discernimiento, negación de sí mismo, libertad de espíritu, y sobre todo, mucho amor al Señor. ¿Qué quiere Dios de cada uno de nosotros? ¿Cuál es su sueño para nuestras vidas? Intentemos dar respuesta siguiendo el hilo conductor de los pasajes:
 
“Tú eres mi siervo de quien estoy orgulloso”. Esta frase de Isaías nos da una pista importante para descubrir lo que Dios espera de nosotros. Aquel que es fiel a Dios, que le sirve a sus proyectos, Él le llama “siervo”, que es lo mismo que decir “servidor”. Pero no se trata de cualquier manera de servirle. Aquí se visualiza un siervo del cual Dios se siente orgulloso. Al mirarlo, Él se alegra y se complace. El siervo fiel a su Señor es feliz haciendo lo que le mandan. El siervo no tiene agenda personal. Está dispuesto, con prontitud. Su prioridad es la voluntad de su Señor.
 
¿Qué espera Dios de nosotros? En la segunda lectura Pablo nos lo recuerda. Él dice de sí que fue llamado a ser apóstol, por voluntad de Dios. ¿De qué serviría que Dios llame sin gente dispuesta a escucharlo? Dios desea para nosotros la consagración por Jesucristo y la bendición de ser su pueblo santo.
 
En el espejo de Juan el Bautista, Dios quiere que podamos reconocer a su Hijo, descubrirlo como el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La voluntad de Dios es que estemos libres de la esclavitud del pecado; y que renovados por su gracia podamos ser testigos de Jesús, y demos testimonio de Él. Para testimoniar al Señor se hace necesario aceptar aquello que se nos revela, de la misma manera en que Juan acogió la manifestación del Espíritu cuando se posó sobre Jesús. Dejarse guiar por los signos de Dios es una buena actitud para hacer su voluntad.
 
Señor, que sea feliz haciendo tu voluntad. No hay felicidad fuera de ti. Que nada superficial distraiga mi mirada para que pueda descubrirte cuando llegues. Igual que el salmista te digo: “yo quiero hacer tu voluntad”. Que pueda llevar por siempre tus deseos inscritos en mis entrañas. “Aquí estoy”. Estoy sin condiciones, “que se haga en mí según tu Palabra”.

 
1. ¿Sé cuál es la voluntad de Dios para mi vida? ¿Me lo he preguntado? ¿He rezado por conocerla? ¿Después que la descubro, con ayuda de otros, la realizo?

2. ¿He buscado la santidad de vida? ¿Hay cosas que me han distraído de lo fundamental? ¿Acojo los signos del Espíritu que me llevan a Jesús?

3. ¿Creo en los testimonios que me dan de Cristo? ¿Dejo que éstos aumenten mi fe? ¿Guardo mi experiencia con Jesús o doy testimonio para que otros también crean?

4. ¿Estoy postergando lo que Dios espera de mí? ¿Para cuándo? ¿Cuántas cosas y proyectos personales estoy haciendo al margen de la voluntad de Dios? ¿Qué pienso decirle cuando me pregunten por qué no hice caso?