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RASGOS DEL ESPÍRITU SANTO.

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LECTURAS DE HOY: 28/5/23
(Hch 2,1-11; Sal 103; 1Cor 12,3b-7.12-13; Jn 20,19-23).

En este Domingo de Pentecostés vamos a meditar algunos rasgos del Espíritu:

DON:

El Espíritu nos viene como promesa de Jesús. Regalo trinitario. Es el envío del amor. La comunidad trinitaria abre su fuente para hacernos partícipe de su santidad. Es gratuito, pero exigente. Disponibles para todos. Nos llega por inmensa misericordia, no por méritos personales. Nos exige gratitud y respeto; descalzarse ante la generosidad de Dios que nos sostiene. 

DADOR DE VIDA:

… como profesamos en el Credo. Es vida de Dios. Como dice el evangelio: “Exhaló su aliento sobre ellos…”. Estamos llamados a creer con firmeza en esta verdad. Ante una sociedad que ofrece numerosas propuestas para vivir bien, hoy destacamos la fuente de vida. Él nos saca de los abismos de muerte y desolación.

COMUNIÓN:

En ninguno de los pasajes llega el Espíritu a quien está aislado. Todos lo han recibido en su particularidad, pero estando en comunidad. En los Hechos: “estaban todos reunidos”, en el evangelio: “también estaban en una casa”; en la lectura de Corintios: “se especifica que es un don para el bien común”. La identidad comunitaria forma parte de la misma esencia del Espíritu. Nos permite formar un solo cuerpo, unidos por el amor.

SANTIFICADOR:

La Tercera Persona es distinguida por la imagen del fuego, del viento. Él es así en nosotros. Transforma nuestras miserias en algo digno a los ojos de Dios. Impresiona, en este sentido, cuando el Salmo nos dice que Él renueva la faz de la tierra; renueva, en ella, nuestras vidas. No hay realidades perdidas a los criterios del Espíritu. Él desempolva y purifica cuando encuentra acogida.

RENOVADOR:

Por donde el Espíritu pasa las cosas no quedan igual. Lo suyo es la creatividad fiel. Sus novedades no tienen límite. Nos integra en el proceso de sus obras capacitándonos con sus dones. De esta misma Persona emanan todos los dones y los carismas. En las canastas de nuestra existencia recogemos, sin cesar, los buenos y variados frutos del Espíritu.

MAESTRO INTERIOR:

Él no nos deja solos. Nos enseña a hablar. Nos educa en la santa prudencia. Habla bajito y le gusta el silencio, que no lo interrumpan. Nos ayuda en discreción. Orienta y conduce. Pone las pautas y distingue la ruta. Tiene paciencia, y espera respuesta. Como pedagogo es suave y firme.  

Señor:

gracias por enviar tu aliento y recrear nuestras vidas. Estamos muy alegres contigo. Tu llamarada de amor nos sostiene y compromete. Espíritu Santo, con tu presencia dejamos atrás el miedo. Ha llegado contigo el tiempo de paz y alegría. Ya nuestras puertas no están cerradas, sino abiertas; acogemos todo lo que viene de ti. Queremos, contigo, sembrar frutos de esperanza. ¡Ven Espíritu Santo!
 

  1. ¿Cómo recibo y valoro el Don del Espíritu que el Señor me regala?
  2. ¿Dónde estoy buscando la vida?
  3.  ¿Cómo está mi comunión familiar, eclesial, comunitaria?
  4.  ¿Me voy dejando santificar por el Espíritu?
  5.  ¿Creo que el Espíritu puede hacerme nacer de nuevo?
  6.  ¿Qué supone renovar mi Bautismo en el Espíritu?