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¿POR QUÉ MARÍA ES MADRE DE LA IGLESIA?

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LECTURAS DE HOY: 29/5/23 (Hch 1,12-14; Sal 87; Jn 19,24-34).

Después del tiempo pascual, concluido con la fiesta de Pentecostés, se reanuda el tiempo ordinario. Me hace ilusión empezar con la fiesta de “…María, Madre de la Iglesia”. A primera impresión, hace pensar que las madres están allí, presentes siempre, en lo cotidiano y sencillo de la vida. Ellas son testigos del comienzo existencial, y la Virgen no es la excepción. Como punto de partida, nos apoyamos en el Catecismo para señalar, a manera resumida que:
 
A María se le reconoce y venera como Madre de Dios y del Redentor; al ser, al mismo tiempo, Madre de los miembros de Cristo, por haber colaborado para que nacieran en la Iglesia los creyentes; la Madre de Cristo, es Madre de la Iglesia (Cf. 963). El misterio de María en la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo.
 
Un fundamento bíblico importante es el que ofrece la primera lectura de hoy, cuando dice: “Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la Madre de Jesús…”. María estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones, reunida con los apóstoles, con más creyentes, pidiendo el don del Espíritu (Cf. Catecismo 965). Sólo Dios sabe el rol y el papel que María jugó en estos inicios, cuando muchos de los testigos de Jesús estaban en crisis de fe.
 
Otro pasaje relevante, lo ofrece Juan. María no se separó en ningún momento de su Hijo, ni siquiera en la cruz. La unión que comenzara en el vientre se visualiza a la hora del sacrificio. Con María a los pies de la cruz nace la Iglesia; allí está la comunidad reunida en torno a Cristo.
 
Jesús entrega a María al discípulo amado, quien sería capaz de asumirla como alguien suyo. Quien ama apasionadamente al Hijo, sabrá amar y valorar a la Madre. Pero al discípulo no lo deja sin rumbo, le garantiza el soporte espiritual para el camino, cuando la perseverancia en la fe se hace urgente. Este gesto de mutua entrega es uno de los actos de amor más sublimes que presentan las páginas del Nuevo Testamento.
 
María es para la Iglesia modelo; por su fe, su esperanza y ardiente amor, colaboró para establecer la vida sobrenatural de toda la humanidad. Con su asunción a los cielos, no abandonó su misión, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna. Por eso es invocada con los títulos: Abogada, Auxiliadora, Socorro…  (Cf. Catecismo 967-969).
 
María, Madre de la Iglesia, y nuestra Madre, porque cada uno somos Iglesia; necesitamos, en tu escuela, aprender a amar a la Iglesia como tú lo haces. Quien ama no critica a matar, sino que cura para sanar y revitalizar. Que podamos ser, como tú, presencia reconciliadora, forjadora de la unidad santa en tu Hijo Jesús.
 
1. ¿Cómo experimento la presencia espiritual mariana en mi comunidad cristiana? 
2. ¿Cómo he asumido la Madre que Jesús me ha ofrecido? ¿La he acogido como a alguien propio? 
3. ¿Soy, como María, presencia reconciliadora en mi comunidad? 
4. ¿Cuento con la Madre para seguir y servir fielmente a Jesús?