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EL QUE COMA DEL PAN VIVO

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LECTURAS DE HOY: 8/6/23 (Dt 8,2-3.14-16ª; Sal 147; 1Cor 10,16-17; Jn 6,51-58).

En esta solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, vamos a destacar algunas gracias para quien coma conscientemente el pan vivo:
 
VIVIRÁ PARA SIEMPRE: porque Jesús es el pan bajado del cielo. No es el pan hecho con manos humanas. El pan hecho por la gente es transitorio, y sólo puede saciar el hambre de manera temporal. Pero el hambre existencial, el hambre de plenitud, sólo algo pleno puede saciarla. ¿Cómo el ser humano podría conformarse con alimento transitorio cuando lleva en sí “células” de trascendencia? Es impresionante considerar que “Jesús pan”, tan sublime, digno e insustituible, pueda estar tan disponible para ser comido. ¿Cómo acojo y valoro el pan de vida que me da vida?
 
HABITARÁ EN JESÚS Y JESÚS EN ÉL: porque el pan vivo es una persona. Tiene presencia eficaz, fuerza transformadora. Jesús circula por la sangre, hecho sangre. Se comulga con sus mismos valores, con sus mismos criterios y sus pensamientos. Nos tornamos casa de Jesús. Para esta unidad sagrada se hace necesario saber a quién estamos comiendo, y qué espera aquel que es comido. ¿Por qué se nos da Jesús como pan? Nos hace peregrinar de nuestros rincones áridos y desérticos a la vida en abundancia.
 
FORMARÁ UN SOLO CUERPO: porque todos comemos un mismo pan. Un pan siempre nuevo, que nunca acaba de consumirse. Al comulgar se da el salto del individualismo a la comunidad. Es el fin del aislamiento, de la soledad vacía. La fuerza y la gracia de la comunión llevan a la felicidad del encuentro con el otro. Sólo así es posible el abrazo y la caridad. Todos en torno a Jesús hacemos posible la unidad en la diversidad.
 
SERÁ HOSTIA VIVA: ser hostia viva es ser otro Cristo. Somos carne de Cristo. Cuando comulgamos Cristo se va con nosotros, a donde vamos. Llevamos sus pies, sus manos, su corazón y su mente… Entre comunión y comunión se renueva el alimento. Su presencia quema toda mediocridad. Eleva en dignidad. Santifica. Sana.

Señor: que podamos cada día conocerte más. Queremos que nos enseñes a amarte. Danos esta gracia de acercarnos siempre a ti como si fuese la primera y la última vez. Quita las cataratas de las pupilas de nuestra fe. Que tu pan vivo nos dé la vida. Tenemos hambre de ti. Que hagamos todo, Señor, porque nunca nos falte.
 
1. ¿Medito y hago oración con el misterio Eucarístico?  
2.  ¿Tomo las medidas necesarias para no distraerme en la Santa Eucaristía? 
3. ¿Puedo contemplar en el propio interior lo que acontece luego de comulgar? 
4.  ¿Cómo denunciar y evitar la tentación de la rutina a la hora de comulgar? 
5.  ¿Qué responsabilidad espiritual tengo a la hora de comulgar? ¿Cómo refleja mi vida que he comulgado el Cuerpo de Cristo?