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INVIERTE EN TU CASA INTERIOR

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LECTURAS DE HOY: 28/9/23 (Ag 1,1-8; Sal 149; Lc 9,7-9).

El profeta Ageo hace una dura crítica a quienes argumentan que no es tiempo de reconstruir el templo, el cual fue destruido por el imperio babilónico, y liberado para su reedificación en tiempo del reinado persa. Sus palabras son: “¿De modo que es tiempo de vivir en casas revestidas de madera, mientras el templo está en ruinas?”. Aprovecho esta imagen, como recurso espiritual, para meditar la realidad de nuestro ser cuando nos ocupamos en mantener buena apariencia, sin invertir en la casa interior, donde Dios espera.
 
De la misma manera en que Ciro dio decreto para reconstruir el santuario en Jerusalén, Jesucristo, por su sangre, nos ha liberado de la esclavitud; vuelve a esta quien tiene un caparazón, estilo tortuga, para esconderse. Por fuera se muestra fuerte, pero por dentro es frágil y débil. El chantaje de esta esclavitud se afianza con el incremento del consumismo a fin de mantener la falsa imagen.
 
Cierto día, una persona comentó: – “Me escondo detrás de estos adornos y elegancia”. Esa persona era consciente de lo que hacía, pero en el fondo, estaba insatisfecha y vacía de sí misma. Había construido muchas cosas y alcanzado grandes conquistas, sin embargo, no había complacido ni agradado a Dios.   
 
La profecía nos invita a meditar: de lo que vas sembrando por el camino, ¿qué has cosechado? Lo que estás comiendo, ¿te alimenta?, ¿te satisface?; ¿de qué nutres, no tu cuerpo, sino tu alma?; ¿qué bebes?, ¿el agua que tomas, te quita la sed? La ropa que viste, ¿te abriga?, ¿te calienta?, ¿te identifica? Has trabajado mucho, pero el salario recibido, ¿dónde ha caído? ¿Qué ha quedado de tu esfuerzo? ¿Dónde lo visualizas?
 
Sí; es tiempo de invertir y reconstruir la casa interior. Esto implica ponerse en movimiento; subir al monte y tomar el madero de la oración, los clavos de la fe en Cristo, el techo de la caridad, el piso de la esperanza, la puerta de acogida, las ventanas de la visión del hermano y la hermana, la mesa y las sillas del Reino…. En esta inversión, Dios se complace y tu alma, en la llanura de lo cotidiano, queda satisfecha.
 
Señor, que de mí también pregunten, ¿y quién es ese, que ha amueblado su casa con las virtudes de la santidad?