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SACÚDETE EL POLVO DE LOS PIES

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LECTURAS DE HOY: 27/9/23 (Es 9,5-9; Tb 13,2-8; Lc 9,1-6).

A todo el que camina se le pega polvo en los pies. Es una necedad quedarse estático por temor a ensuciarse. En cambio, una actitud sapiencial, sería quitarse el polvo por trechos recorridos. Desde la vida creyente, “el polvo de los pies” podría remitir todo aquello que distrae de lo importante, que no aporta, que entretiene o que puede desviar de la voluntad del Señor.
 
En la primera lectura, Esdras, como todo sacerdote, se muestra en este ejercicio orante, ante el Señor, despojándose de lo que sobra. Se presenta humilde, penitente, con vergüenza, cargando todos los pecados, los de él propio y los del pueblo. La oración desempolva la conciencia, reconoce la falta, y hace retornar a Dios, quien le ofrece, en medio de la esclavitud, un respiro de esperanza y libertad.  
 
El salmo nos presenta situaciones extremas, en la vida, donde no solo se pega el polvo del camino, sino que este adquiere tanta fuerza que azota, hunde y entierra. La imagen de este polvazal no es otra cosa que la vida desordenada, gobernada por los vicios, la corrupción y las malas inclinaciones. Con todo, aún en cautiverio, se tiene la esperanza de que el Señor intervenga y haga maravillas. Cuando tú lo permitas, si te faltan fuerzas para hacerlo, el mismo Jesús se abaja, te limpia el polvo de los pies, te lava con agua de vida, y te invita a cenar juntos. Sólo tienes que abrirte a la conversión de corazón.
 
En el evangelio nos muestra a los discípulos de Jesús abriéndose a lo nuevo. Ellos se limpiaron por la Palabra que recibieron. El Señor, una vez bañados en su misericordia, les dio poder y autoridad para ir por los caminos, echando todo mal y enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino. Observe que no se predica en polvareda. Primero, se barre con la fuerza del Espíritu y, una vez ventiladas las conciencias, se les confía la Palabra.
 
Cuando más menesteres se cargan, más tiempo implica lavar. Lo importante, para el enviado por Jesús, es andar despojado y en austeridad. Quien libremente no acoja el mensaje, para el Señor, es comparado a ese polvo del camino que, sin muchas vueltas, sólo sirve para ser despachado, sin que distraiga de la itinerancia misionera.
 
Señor: quiero hacer del confesionario ese lugar donde tu misericordia me quite el polvo del camino. Necesito tener cuidado en mis andanzas para ensuciarme lo menos posible. Eres fuente de gracia, donde renovamos las fuerzas para anunciar, unidos a ti, tu Reino.
 
1. Y tú, ¿ya te lavaste los pies? ¿Te lavaste el corazón? 
2. ¿De qué polvareda necesito sacudirme para seguir caminando?