Sáb. Abr 20th, 2024

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Solemnidad de la Epifanía del Señor.

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Icono del Nacimiento

Nacimiento del Señor

P. Jorge Nelson Mariñez Tapia.

Tomado de su Blog Mater Gloriosa

La Iglesia celebra la epifanía a los doce días de la navidad. Se trata de una fiesta que tiene un carácter similar al de la anterior. Son fiestas compañeras, si no gemelas. El nombre de “pequeña navidad” dado a la epifanía expresa la idea popular de la fiesta en la Iglesia occidental. Parece como una repetición, a menor escala, de las celebraciones navideñas.

También ellos celebran la navidad, pero no le conceden el mismo rango que a la epifanía. Les parece apropiado dar a navidad el título de “pequeña epifanía”. Ambas celebran, desde diferentes perspectivas, el misterio de la encarnación, la venida y manifestación de Cristo al mundo. Navidad acentúa más la venida, mientras que epifanía subraya la manifestación.

La epifanía es de origen oriental y, probablemente, comenzó a celebrarse en Egipto. De allí pasó a otras iglesias de Oriente, y posteriormente fue traída a Occidente, primero a la Galia, más tarde a Roma y al norte de Africa. La aparición de esta fiesta al principio del siglo IV coincidió aproximadamente con la institución de la navidad en Roma.

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La fiesta del 6 de enero como la navidad de la Iglesia de Oriente. Podríamos considerar exacta esta descripción si nos atenemos al período de los orígenes. El término mismo, proveniente del griego epiphaneia (“manifestación”), arroja luz sobre la significación originaria de la fiesta. En el griego clásico, la palabra podía expresar dos ideas, secular una, religiosa la otra.

Es una fiesta de manifestación. Dios manifestaba su poder benevolente en la encarnación. La venida de Cristo a la tierra era una epifanía en sí misma. Hubo, además, otras manifestaciones: la adoración de los magos, el bautismo en el Jordán, la conversión del agua en vino y otras más.

Parece, pues, que la fiesta de la epifanía tuvo desde el principio un carácter más bien complejo. Fue una fiesta de natividad pero también fue algo más. No se limitaba a celebrar la venida histórica de nuestro Señor y Salvador Jesucristo a la tierra, sino también los diversos “signos” por los que durante su vida reveló su poder y su gloria.

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Cuando la epifanía se popularizó, se implantó la costumbre de añadir las tres figuras de los magos a la cuna de navidad. Ellos llegaron a conquistar la fantasía popular. La leyenda les dio unos nombres y los convirtió en reyes. En la gran catedral gótica de Colonia se puede ver la urna de los tres reyes. Sus “huesos” fueron llevados allí, desde Milán, en 1164, por Federico Barbarroja.

Los grandes padres latinos, san Agustín, san León, san Gregorio y otros, se sintieron fascinados por esas tres figuras, pero por una razón distinta. No sentían curiosidad por conocer quiénes eran o su lugar de procedencia. No tenían interés alguno en tejer leyendas en torno a ellos. Su interés se centraba en determinar lo que ellos representaban, su función simbólica, la teología subyacente en el relato evangélico.

Con esta interpretación de epifanía, la fiesta toma un carácter más universal. El llamamiento de las naciones es el tema de la homilía de san León para el Oficio de lecturas. Dice así: “Que todas las naciones, en la persona de los tres Magos, adoren al Autor del universo, y que Dios sea conocido no ya sólo en Judea, sino también en el mundo entero”.

Y después una exhortación: “Celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras primicias y aquel en que comenzó la salvación de los paganos”. Estos sabios de Oriente representaban los primeros frutos, las primicias (primitiae) de la gran cosecha de la humanidad.

Fuentes: VINCENT RYAN/ ADVIENTO-EPIFANÍA/ Paulinas. Madrid 1983, págs. 104-118.