Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida…
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Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez.
Arzobispo Emérito de la Arquidiócesis de Santo Domingo
a) Del libro de los Hechos de los Apóstoles 6, 1-7.
Este pasaje nos revela un incipiente proceso de organización eclesial y un reparto de responsabilidades al ir creciendo y madurando el grupo de fe. Aquella comunidad estaba integrada por grupos de creyentes de diversas culturas, orígenes, mentalidad y posición social; esas diferencias existieron desde el principio y en este pasaje aparecen dos grupos contrapuestos: los helenistas y los hebreos. Los primeros se quejaban de alguna discriminación en su perjuicio y la existencia de un número considerable de viudas.
Los apóstoles respondieron a esa inevitable realidad con una propuesta para hacer un cambio en la organización de la comunidad y esta será la ocasión que favorecerá el surgimiento del nuevo ministerio de los Diáconos. La comunidad cristiana, democráticamente elige siete varones y propone a los candidatos; los apóstoles les encomiendan el ministerio mediante la imposición de las manos, un rito muy bien conocido en Israel, el cual significaba la transmisión de una potestad, de unos derechos o de una responsabilidad. Se apuntan las tres acciones pastorales básicas que construyen la comunidad: la palabra, los sacramentos y la caridad.
b) De la primera carta del Apóstol San Pedro 2, 4-9.
La comunidad pascual nacida de la muerte y resurrección de Jesucristo se describe como: Un cuerpo vivo que se organiza, y se desarrolla interna y externamente. Un pueblo sacerdotal cuyos miembros son piedras vivas del edificio eclesial que tiene por piedra angular a Jesucristo resucitado, que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Estos versículos de la carta de San Pedro nos proporcionan el mejor resumen de la dignidad del cristiano y de todos sus privilegios y características: “una raza elegida”; en su exhortación para perseverar en el camino cristiano, describe a los fieles cristianos como un templo espiritual en el cual Cristo es la piedra angular. Cristo, la piedra viva, vivifica a los que edifican sus cimientos en Él, la piedra base del edificio y la destrucción de los que lo rechazan.
c) Del Evangelio de San Juan 14, 1-12.
En este pasaje, Jesús comienza levantando el ánimo a los apóstoles después del anuncio de la traición de Judas y de la triple negación de Pedro. “No pierdan la calma: crean en Dios y crean también en mí”. En seguida les anuncia su partida a la casa del Padre, es decir su muerte y resurrección: “Voy a prepararles sitio; volveré y los llevaré conmigo”.
Ante la pregunta de Tomás, Jesús responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”. Entonces interviene Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. La respuesta de Jesús es: “Quien me ve a mí, ha visto al Padre. Créanme yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”. Porque Él es uno con el Padre y son mutuamente inmanentes, Jesús puede constituirse en camino hacia Dios, en Verdad que nos lo revela y en Vida que del mismo participamos. Porque Jesús es la imagen visible y el rostro humano de Dios, el que conoce a Cristo, conoce y ve al Padre. Gracias a Cristo el Hijo de Dios y su Palabra personal, podemos conocer a Dios visiblemente.
A Jesús no es posible verlo en su identidad divina sino por los ojos del corazón que dan la visión auténtica, la de la fe. La visión de Dios se logra por el conocimiento de Él mismo; y ambos pasos desembocan en la fe que es la auténtica sabiduría de Dios, según la Biblia. El tema central que domina todo el discurso que nos presenta San Juan este domingo es la partida de Jesús y el futuro de sus discípulos sin su compañía física, pero con la asistencia del Espíritu Santo. La idea básica de este pasaje es: Cristo es el camino hacia el Padre para todos los que creen en Él.
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