La misericordia del Señor es eterna
3 min readCardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez
XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
27 de septiembre de 2020 – Ciclo A
A) Del libro del profeta Ezequiel 18, 25-28.
Ante la difícil situación que en esos momentos vivían los desterrados, consecuencia ineludible de muchos siglos de historia de prevaricaciones y pecados acumulados por cada generación, éstos se llenaran de desánimo y cayeron en la tentación de adaptarse a lo que encontraron en Babilonia. Así iba muriendo la fe en Yahvé sofocada por el materialismo de una nación poderosa y rica en comodidades, cultos y festejos, lo que impulsó a Ezequiel a enfatizar sobre la responsabilidad individual que cada uno tiene como protagonista del destino de su vida y de su propia suerte y con toda claridad establece la responsabilidad colectiva e individual ante Dios: “el que peque ese morirá”; para luego concluir con una invitación final que hace posible la conversión: “arrepiéntanse y vivirán”.
b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 1-11.
San Pablo apremia a la comunidad de Filipos para que lo hagan sentir orgulloso de ellos y le proporcionen una gran alegría, manteniéndose unánimes y concordes con un mismo amor y sentir; dejándose guiar por la humildad y considerando siempre superiores a los demás; les pide, además, que se mantengan firmes en la fe, que vivan en armonía y que imiten el ejemplo de Cristo humilde, quien abandonó su condición divina y se sujetó a las limitaciones de la condición humana, pasando por uno de tantos, siendo el resultado de esta humildad suprema que: “Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo…”.
c) Del Evangelio de San Mateo 21, 28-32.
San Mateo nos relata la parábola de los dos hijos enviados a la viña por su padre, uno acepta la instrucción y el otro la rechaza, pero obedece precisamente el que, a juzgar por su palabra, parecía menos dispuesto. Al igual que en esta parábola ante Dios cuentan los hechos, no las palabras, y Él siempre da la oportunidad del arrepentimiento y de volver al buen camino.
Los guías religiosos del pueblo judío que, si bien conocen la voluntad de Dios y parecen seguirla, están representados en el hijo “bueno”, que dice y no hace. Por eso verán con sorpresa que la escoria social y religiosa, según sus criterios, se les adelantan en el camino del Reino de Dios, como lo señaló Jesús: “les aseguro que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del Reino de Dios…”
La Iglesia de los doce Apóstoles es la misma de hoy, la Iglesia que conoció las debilidades de Pedro, la traición de Judas, y las pequeñas discusiones en el grupo de los discípulos sobre quién era el más importante entre ellos u otras por el estilo.
Somos cristianos y discípulos de Jesucristo por la gracia de Dios que recibimos en la Iglesia fundada por Jesús como sacramento universal de salvación, como cauce y signo del amor de Dios a la humanidad, como su nuevo Pueblo elegido, sacerdotal, profético y carismático, organizado y unido en la comunión de la caridad bajo la animación pastoral de Pedro y los Apóstoles, y de los sucesores de éstos que son el Papa y los Obispos.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.
B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.