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“Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo”

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Cardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez

 XXX Domingo del Tiempo Ordinario
25 de octubre de 2020 – Ciclo A

a) Del libro del Éxodo 22, 20-26.

Estos versículos presentan pres­cripciones de carácter social, en defensa de los desplazados de su tierra, invocando la condición pa­sada de Israel, lo que le lle­vará a ponerse en el lugar de los extranjeros. La defen­sa de las viudas y los huérfa­nos ante su incapacidad de hacer valer sus derechos se fundamenta en una exigen­cia que parte de Dios mis­mo, “si ellos gritan a mí, yo los escucharé, porque yo soy compasivo”.

El Código de la Alianza defiende a los pobres que por necesidad se ven precisados a empeñar los bienes de subsistencia y hasta a vender sus personas a la esclavitud: no hay lu­gar a prestar dinero por in­terés ni a aprovecharse del necesitado en bien propio. La fundamentación de este precepto es la misericordia de Dios.

b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10.

Este texto demuestra los logros de la predicación de Pablo y sus compañeros, la fe y las actitudes misione­ras que los tesalonicenses continuaron exhibiendo, constituyéndose en mode­los a seguir por los creyen­tes de Macedonia y Acaya, al abandonar los ídolos, lo que constituyó un verdade­ro reto, que rindió extraor­dinarios frutos. Hoy como ayer estamos llamados a renunciar a esos ídolos que nos fabricamos y que vie­nen a ocupar el lugar que sólo a Dios corresponde, aceptemos la liberación que nos ofrece Jesús y renuncie­mos al dios dinero, al orgu­llo, al egoísmo y a esas otras situaciones que nos alejan de Dios y de nuestros her­manos.

 c) Del Evangelio de San Mateo 22, 34-40.

Los enemigos de Je­sús intentan atraparlo con una pregunta capcio­sa en el campo religioso, por eso un experto en la Ley, le preguntó para po­nerlo a prueba, “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”. La respuesta de Jesús se ba­sa en dos textos de la Ley (Dt. 6:5, sobre el amor a Dios; y Lev. 19, 18, sobre el amor al prójimo, que son el fundamento moral del Evangelio, así les con­testa: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu co­razón, con toda tu alma, con todo tu ser.

Este man­damiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mis­mo”. Jesús define el amor a Dios y al hermano co­mo el centro esencial de la Ley.

Toda la Ley y los Profe­tas se resume en que ame­mos a Dios y a los herma­ nos, porque Dios nos amó primero en la persona de su Hijo. La unidad del pre­cepto de amar a Dios y al hermano es indisoluble. Como cristianos hemos de abrirnos al misterio de Dios y del prójimo por el camino de la fe y del amor; porque para ese encuentro no hay vía mejor ni más rápida que el amor.

Asimismo, Jesús nos de­ja claro que la medida del amor es amar sin medida. Estamos, pues, llamados a testimoniar el evangelio del amor a Dios a los her­manos, mostrando el cris­tianismo como religión po­sitiva y abierta a la vida, fraternidad y solidaridad, más ahora en que el mun­do sufre a causa de las in­justicias sociales y por el flagelo de una pandemia.