Vie. Abr 26th, 2024

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“ALÉGRENSE JUSTOS, Y GOCEN CON EL SEÑOR”

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Hoy estamos celebrando el VI domingo del Tiempo Ordinario, y al ser 14 de febrero, celebramos igualmente el Día de la Amistad, el Día del Amor. Es interesante que caiga en domingo, porque así lo podemos celebrar todos en casa en familia, las familias unidas en el amor. 

¡Cuánto amor falta en tantas familias!  Sin embargo, en tiempos de Pandemia, las familias se han “tenido” de unir “obligatoriamente”, a causa de este virus que ha sido la hecatombe para nosotros.

El Salmo de hoy nos ha venido como anillo al dedo. Debemos alegrarnos justos y gozar con el Señor, por tantos beneficios que hemos recibido de El a pesar de todos los dolores que otros han recibido.

Señor, “Tu eres mi refugio, me rodeas con cantos de liberación”, repite el Salmo: Al que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado, dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: “Confesaré al Señor mi culpa”, y tú me perdonaste mi culpa y mi pecado. Aclamen al Señor, los de corazón sincero.”

Es un Salmo que deberíamos cantar todos los días y en todo momento. 

San Pablo en su Carta a los Corintios, nos dice: “Cuando coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios. No den motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven. Sigan mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.”

Todas estas lecturas vienen a recordarnos que en el Día del Amor y de la Amistad, debemos amarnos unos a otros como Dios nos ha amado. En estos días en que hemos visto tanta violencia familiar e intrafamiliar, nos falta reflexionar en el porqué de tanta violencia. Y pienso que hemos sacado a Dios de nuestras familias, y de nuestra sociedad. La lepra de la que nos habla el Señor en el Evangelio de San Marcos nos viene a recordar el pecado en nuestro interior y sus consecuencias.

“En efecto, cuando el hombre peca gravemente, se arruina para sí mismo y para Dios. Anda perdido, sin sentido y sin dirección, pues el pecado desorienta y extravía. El pecado es la mayor tragedia que puede sucederle a un cristiano. En unos pocos momentos de malicia ha negado a Dios y se ha negado también a sí mismo. Queda como un leproso, solo, fuera del campamento, sin participación en la vida de la Iglesia, de la que se ha excluido.

Oración, Señor, Ayúdame a reconocer la lepra que yo pueda tener en mi vida fruto del pecado, para que me limpies y me restaures con un toque de tu gracia, Amén!