“Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia”
4 min readCardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez
a) Del libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11.
Este domingo la Iglesia nos invita a celebrar la fiesta de la Ascensión del Señor y en los primeros versos del libro de los Hechos de los Apóstoles San Lucas narra el acontecimiento más importante de este: Pentecostés o el nacimiento de la Iglesia, él nos cuenta un hecho evidente en las comunidades cristianas de su tiempo, el Espíritu Santo, prometido por Jesús, estaba actuando en ellas y por ellas. Estaba surgiendo así una nueva comunidad de hombres y mujeres que vivían como hermanos, unánimes en la oración, solidarios en el quehacer cotidiano, pues lo compartían todo, y alegres por el Evangelio. La gente que oía su testimonio se convertía, las persecuciones confirmaban su fe y su decisión de seguir anunciando el Evangelio.
b) De la carta del apóstol San Pablo a los Efesios, 1, 17-23.
Cuando Pablo visitó Éfeso (Hechos 19, 1) encontró algunos cristianos no muy bien formados; les instruyó y constituyó con ellos una floreciente comunidad de cristianos convertidos del paganismo. Al escribirle a los Efesios, el Apóstol se refiere al plan salvífico de Dios con los destinatarios de su carta y con toda la humanidad. Este es el Evangelio que San Pablo va predicando sin temor, en medio de innumerables contradicciones y persecuciones, pero él sabe que Jesucristo le acompaña y le concede la sabiduría para que le dé a conocer con tanto valor y coherencia.
c) Del Evangelio según San Marcos 16, 15-20.
San Marcos concluye su evangelio con estos versículos: “Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará, quien no crea se condenará”. Este mandato de Jesús no concernía solo a los apóstoles, hoy es más urgente que entonces, pues toda la humanidad necesita escuchar el Evangelio de Jesucristo, cuyo mensaje de salvación no ha cesado de ser proclamado, aunque no todos lo acojan con prontitud y entusiasmo.
Según los Sinópticos la misión evangelizadora que Jesús transmite a sus apóstoles, es decir, a la Iglesia a través de ellos, es universal y no limitada al pueblo judío. Pero es San Marcos el que pone el acento en el efecto salvífico de la fe y en el resultado contrario de la incredulidad, así como los signos carismáticos de liberación que acompañarán al Anuncio. La fe en Cristo conduce al bautismo y en éste se expresa como sacramento que es de la fe; ésta unida al bautismo, y ambos, vividos en lo que realmente significan, conducen a la salvación. Las formas de la misión que Jesús nos confía son dos: el anuncio directo y el testimonio personal y comunitario mediante los signos de liberación.
En ambas formas Jesús está presente con la acción de su Espíritu, que es su presencia invisible pero eficaz. En realidad, Cristo no se ausenta del mundo y de la comunidad eclesial, sólo cambia su modo de presencia. En cierto sentido el tiempo de la Iglesia no es el “después de Cristo”, pues Él sigue vivo y actuando en su Pueblo mediante el servicio al Reino de Dios y al mundo por parte de la comunidad cristiana.
Tenemos por delante una tarea urgente de evangelización y liberación humana. Ahora que Jesús no está físicamente presente entre los hombres, es el grupo creyente quien ha de hacerlo visible al mundo por el anuncio y el testimonio. La evangelización exige primeramente el anuncio directo del Evangelio con todos los medios a nuestro alcance: palabra (evangelización, catequesis, homilía), liturgia, medios de comunicación (prensa, radio, televisión, Internet, redes sociales), literatura, arte, fiesta y convivencia.
La celebración de la Ascensión del Señor nos urge a pasar de la comodidad en que muchos cristianos viven a los hechos de un compromiso evangelizador entusiasta.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.
B. Caballero. En las fuentes de la Palabra.