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DEJAR, SEGUIR, RECIBIR: SEDUCIDOS POR CRISTO

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EVANGELIO DE HOY: 24/5/21 (Mc 10,28-30)

Gracias a la espontaneidad de Pedro, muchas de nuestras inquietudes han encontrado respuesta. Le dice a Jesús: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Habla en nombre del grupo, “nosotros”; luego prosigue con dos afirmaciones:

1. LO HEMOS DEJADO TODO:

Impresiona ese término indefinido utilizado por Pedro, “todo”; que comprende la totalidad de lo perteneciente a la persona, realizándola como tal, desde las más sencillas aspiraciones, sueños, planes, hasta las posesiones materiales; y lo más decisivo, los vínculos afectivos más determinantes. “Sólo se llena lo que está vacío”. En este sentido, le dijo el ángel a María: “llena de gracia”. Dejar “todo”, vaciarse de sí mimo, es necesario para que tenga acogida la persona de Jesús. Este “dejar todo” no es sencillo capricho, Jesús es muy grande para vivir estrujado en un corazón y manos llenos de cosas. El cielo no se experimenta en un interior distraído, dispersado por la vanidad y lo superfluo. Jesús lo pide todo, y se da todo. Cuando San Juan de la Cruz experimentó su madurez espiritual, expresó: “ya no tengo ganados ocultos”. Se ha unido a Cristo. Ha encontrado en Cristo su plenitud.

2. TE HEMOS SEGUIDO:

Tanta negación, no tendría sentido, sin un fuerte motivo que permita la renuncia: “Jesús”. Jesús es la fuerza que permite a esos pobres pescadores abrir las manos, soltar sus redes y sus barcas para ir con Él. Esa transformación, esa sustitución de valores y riquezas, sólo es comprensible con los ojos de la fe, iluminados con la gracia del Espíritu Santo. Es el Espíritu quien desempolva el entendimiento, quien hace comprender, con seguridad, que seguirle, no es un desperdicio. Primero “se deja todo”, luego se le sigue, porque todas las energías han de ser empleadas, no en la cruz que uno mismo se pudiera inventar, sino en la Cruz de Cristo.

3. RECIBIR CIEN VECES MÁS, CON PERSECUCIÓN INCLUIDA:

Seguir a Jesús es mirar en su misma dirección. Su dirección es el Reino. El Reino es incomparable a las migajas que se consideran riquezas. “Todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo” (Fil 3,8). Cuando se da el salto, uno mismo se ríe por la manera en que estuvo apegado a cosas, tercamente endiosadas. Con el corazón ensanchado, por el amor de Jesús, todos los rostros comienzan a ser familiares, son motivos de sacrificios, incluyendo también, a los propios parientes. Queda claro, con la salvedad de Jesús, que seguirle no implica regateos por beneficios, porque “muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros”. Por eso, alguien en santidad dijo: “Que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera”.

Señor, queremos abrir el corazón y las manos, para que tú seas nuestra riqueza, y tus hermanos sean los nuestros.

  • ¿Qué me está faltando dejar, en el seguimiento de Jesús?
  • ¿Cómo le estoy siguiendo, cómo le estoy respondiendo?
  • ¿Mi seguimiento a Jesús, qué espera?