Sáb. Jul 27th, 2024

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VOLVAMOS CAMINANDO A CASA LUEGO DEL ENCUENTRO CON JESÚS

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EVANGELIO DE HOY: 1/7/21 (Mt 9,1-8)

El evangelio de hoy nos sigue presentando a Jesús trasladándose a las orillas, ahora, a la de su propia ciudad. Esta vez, le traen a un paralítico. El texto presenta una estrecha relación entre el pecado y la enfermedad, vinculación propia de la religión/cultura judía. Intentaremos aprovechar estas imágenes para meditar:

LE PRESENTARON UN PARALÍTICO, ACOSTADO EN UNA CAMILLA

El texto no menciona cuántas personas llevaron al paralítico ni dice nada sobre el tiempo que llevaba así. Pero deja claro que éste no podía valerse por sí mismo. Estaba condicionado, necesitado del apoyo comunitario. Se visualiza que este paralítico era apreciado por los suyos quienes lo llevaron hasta Jesús. La imagen habló sola. El gesto es reconocido por Jesús, confirmando su fe.

¡ÁNIMO, HIJO, TUS PECADOS SON PERDONADOS!

Independientemente de la relación que hace la cultura judía entre enfermedad y pecado, lo cierto es que nosotros tenemos experiencia del peso del pecado en la vida. El pecado es una ofensa a Dios, contra la razón, la verdad y la recta conciencia; es todo pensamiento, palabra, obra u omisión consciente y contrario al querer de Dios. El pecado, al romper la armonía con el Señor debilita mucho, según la gravedad del mismo. Debilita tanto que quita la libertad. La fuerza del pecado paraliza, inmoviliza, condiciona, limita, doblega, lleva a la muerte.

Dentro de este contexto, escuchar las palabras de Jesús: “¡Ánimo, hijo, tus pecados son perdonados!” es grandioso. Jesús le integra a la comunidad de hermanos, al llamarle hijo. Lo separa de su pecado y rescata su persona, devolviéndole la dignidad perdida.

¿POR QUÉ PIENSAN MAL?

Los escribas presentes que ven y escuchan a Jesús, no se detienen en el acto de misericordia. Sus ojos no alcanzan a comprender ni a contemplar la obra de Dios aconteciendo. Lo acusan de blasfemia, porque el poder de perdonar los pecados está reservado exclusivamente para Dios. No ven en Jesús al mismo Dios. La misericordia les escandaliza. Es muy triste cuando Dios actúa y uno, en vez de reconocerle, busca desde el fondo empañado, acusaciones torcidas. Pensar mal sobre la obra divina es también pecar contra el Espíritu Santo. Pero los malos pensamientos no condicionan a Jesús. Continúa firme.

LEVÁNTATE Y ANDA

El paralítico, al ser perdonado de los pecados, puede ponerse en pie. Es una imagen hermosa. Ahora él mismo se hace responsable de su camilla. Ya no son los otros quienes la llevan. Regresó a su casa diferente, luego del encuentro con Jesús, quien tiene el poder de sanar y perdonar.

En suma, alguien hizo esta comparación: cuando se va por la vida sin reconocer las propias faltas ni los pecados, sin arrepentirse ni confesarlo, es igual que una persona que decida ponerse una camisa blanca seis meses, un año… seguido, sin lavarla. Esa camisa es nuestra vida interior sin lavar cuando no nos acercamos al sacramento de la confesión. Hoy, Jesús perdona los pecados mediante sus sacerdotes. Esa acción reservada sólo para Él, se actualiza en el confesionario. Es desde allí donde el Señor, mediante su ministro, en su misericordia infinita, nos manda, perdonados, a tomar la camilla y a empezar a andar. Hemos de lavar la camisa cada vez que sea necesario y gozar la experiencia de caminar con los propios pies, alabando, dando gracias a Dios, sirviendo a los hermanos.

Rezamos con el salmista: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida… estando yo sin fuerzas me salvó”

  • ¿En mi parroquia, la fila para “lavar la camisa” está larga?
  • ¿Voy caminando a reconciliarme con Dios y los hermanos o es necesario que me lleven en camilla?
  •  ¿Usted ha pensado en el mal olor que causa el pecado al Espíritu Santo que le habita, quien le quiere santificar?
  • ¿Qué estoy esperando para gozar de la sanación y la liberación que sólo da Jesús?