La Biblia
4 min readLa palabra Biblia se deriva del vocablo griego biblia, plural de biblion (librito), diminutivo de biblos (libros). Así pues, Biblia significa libritos, libros pequeños.
La Biblia es una verdadera biblioteca; comprende hasta 73 libros, enumerados ya en los catálogos más antiguos. Ya el concilio de Hipona del año 393 tiene el siguiente texto: “(Nos pareció bien que), fuera de las Escrituras canónicas, no se lea nada en la Iglesia bajo el nombre de sagradas Escrituras.
Las Escrituras canónicas, por tanto, son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Jueces, Rut cuatro Libros de los Reyes, dos libros de los Paralipómenos, Job, el Salterio davídico, cinco libros de Salomón, doce libros de los Profetas, Isaías, Jeremía. Daniel, Ezequiel, Tobías, Judit, Ester, dos libros de Esdras, dos libros de los Macabeos.
Del Nuevo Testamento: cuatro libros de los Evangelios, un libro de los Hechos de los Apóstoles, trece cartas del apóstol Pablo, una de él mismo a los Hebreos, dos de Pedro, tres de Juan, una de Santiago, una de Judas, el Apocalipsis de Juan. Consúltese a la Iglesia del otro lado de los mares para la confirmación de este canon».
Pero la Biblia es también un bosque lleno de dificultades y de senderos que corren el riesgo de no llevar a ningún sitio: un callejón sin salida.
La multiplicidad de los géneros literarios, la distancia cultural respecto a nuestros modos de hablar, a nuestros usos y costumbres, a nuestras imágenes y nuestros símbolos, corren el peligro de crear un bloque, si no sabemos captar la identidad de estos libros como obras de literatura, más acá de su profundidad “mística”
Las afirmaciones iluminadoras que hay que subrayar son las siguientes: las palabras del libro son palabras de Yahveh: la lectura se hace repetidas veces en público y en privado: este acercamiento al libro promueve (o al menos está en el origen de) una reforma religiosa durante la cual se eliminan los cultos legítimos, se celebra la Pascua y – se renueva la alianza.
El c. 36 de Jeremías nos atestigua la fe de Israel en el libro profético. En el período posterior al destierro, período de la restauración, y en tiempos muy cercanos al Nuevo Testamento, tenemos una comunidad que se constituye en torno a los libros sagrados, En Neh 8,22-4 Esdras lleva el libro de la ley y lo proclama ante el pueblo.
Es importante destacar, no sólo el con texto penitencial y la renovación religiosa que nos atestigua esta relato, sino también el culto a los libros bíblicos veterotestamentarios, reconocidos como Palabra de Dios en torno a la cual se reúne el pueblo en incipientes liturgias sinagogales, configurándose así como comunidad de fe.
En los escritos del Nuevo Testamento vemos confirmada y profesada esta misma fe de los libros veterotestamentarios y en estos libros como Palabra de Dios; se trata de un éschaton que ha pasado y que es nuestro futuro: “la verdad en poder de nuestro Señor Jesucristo”, (2 Pe 1,16): y precisamente porque unos guían a la salvación por medio de la fe en Jesucristo» (1 Tim 3,15), las Escrituras son consideradas en su origen como penumático-divinas, en su verdad salvífica y en su eficacia eclesial, sobre todo en tres textos clásicos: 2 Tim 3,14-16: 1 Pe 1,10-12; 2 Pe.
Esta Palabra de Dios dirigida a los hombres por medio de unos autores “inspirados» por Dios contiene la misma verdad que la revelación divina, es decir, su contenido es el misterio de la salvación realizado en Jesús, el Señor; y esta verdad se califica a través de un desarrollo progresivo de la revelación a través de milenios de historia, de la que los libros bíblicos son un testimonio fiel Y atento.
Desde este punto de vista se ha podido captar una serie de características de la verdad de la Biblia: de estilo semítico, para el que conocer significa experimentar, encontrarse, amar; una verdad marcadamente religiosa; una verdad que el hombre va descubriendo con esfuerzo y gracias a su compromiso personal y a su colaboración con el proyecto de Dios; una verdad que, como Ya hemos dicho, va progresando, intentando expresar lo inexpresable.
Como palabras inspiradas por el Espíritu Santo, los libros bíblicos tienen una fuerza particular: la eficacia misma de la Palabra de Dios que suscita la fe en Jesús, Cristo y Señor, y ayuda a interpretar la historia y la vida – personal a la luz de la dialéctica de la Pascua.
Las palabras bíblicas, como norma para toda la vida de la Iglesia, guían y animan a los ministros en el anuncio y a todo el pueblo de Dios en la oración, en el testimonio y en el servicio a todos los hermanos.