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ALGUIEN ENCENDIÓ EL CANDIL: PARA ILUMINAR, NO BRILLAR.

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LECTURAS DE HOY: 20/9/21 (Lc 8,16-18).

Seguimos avanzando con las enseñanzas de Jesús en el evangelio de Lucas. Esta vez, el Señor le habla a la gente, y a nosotros también, teniendo como recurso la imagen de la luz y su función de iluminar a los demás; a partir de ella, meditemos:

ALGUIEN ENCENDIÓ EL CANDIL

Cuando el Señor dice que nadie enciende un candil para taparlo u ocultarlo nos hace reflexionar que alguien lo encendió. Es Jesús, hoguera/evangelio, quien prende nuestra pequeña lamparita. Lo hace con un propósito noble y coherente, generoso. Su iniciativa tiene un sentido, interno: (la vocación o el don dado a la persona, desde la experiencia de ser encendido por Cristo), y un efecto externo: (ocupar un lugar; los diversos “candeleros” desde los cuales dicha persona es colocada para iluminar). Vocación y misión van de la mano. Han de caminar juntas para conservar su fin. Ninguna lamparita alumbra con luz propia. Estamos llamados a ser humildes velas dependientes del fuego del Señor.

DEJA AL DESCUBIERTO LO OCULTO

La luz encendida no discute ni refunfuña. Sencillamente alumbra. Su presencia deja en evidencia lo que estaba oculto. Todo se descubre con ella; llama a las cosas por su nombre, y las identifica en su lugar. Las tinieblas se van sin resistencia, permiten que los ojos vean y que la conciencia despierte; tinieblas y luz no conviven juntas. Una le da el sitio a la otra. La luz hace público todo secreto. La esencia del candil encendido es la transparencia.

AL QUE TIENE SE LE DARÁ

Quien se disponga seriamente a gastarse como vela encendida, quien no regatee economizarse e ilumine desde cualquier candelero donde esté situado, recibirá más. Se nos advierte no taparnos ni escondernos para conservarnos; al mismo tiempo, no empeñarnos en tapar ni esconder la luz de los demás. Dichosa la persona a quien el Señor la sorprenda haciendo lo máximo para conservar su velita encendida sin importar las fuerzas contrarias del viento.

Señor: estamos aquí, con nuestras velas encendidas por el fuego de tu amor. No podemos negarte que las brisas de las distracciones y el desenfoque han amenazado con debilitarlas. Pero, manteniéndonos unidos a tu fuego, nos revitalizamos y nos confiamos a tu gracia. Ayúdanos, no queremos brillar, sino iluminar con humildad.

  1. ¿Cómo estoy siendo candil encendido para iluminar?
  2. ¿Desde cuál “candelero” estoy iluminando?
  3. ¿Cuál es la diferencia entre brillar e iluminar?
  4. ¿Cuáles vientos amenazan mi vela?