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¿CUÁNTAS “ONZAS” MÁS PRESENTARÉ AL SEÑOR?

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EVANGELIO DE HOY: 17/11/21 (Lc 19,11-28)

Se nos narra una parábola de Jesús basada en un hombre noble que se marcha; llama a diez empleados dejándole al frete de diez onzas de oro. Cuando regresa, ya nombrado rey, exige cuenta a cada uno de la administración. Llama la atención, que en la rendición de cuentas sólo pasan tres; ¿dónde quedaron los otros siete? Puede que entre esos siete restantes, que no han pasado aún, estemos usted y yo. Se busca, pues, con el relato, despertar nuestras conciencias, por el hecho de que nuestros talentos, dones y carismas nos fueron dados para servir al Reino. Intentamos reconstruir, basados en la parábola, el perfil de “aquel que tiene” y de aquel que “no tiene”. Meditemos:

AL QUE TIENE SE LE DARÁ

El que “tiene” sabe que “aquello que tiene” no le pertenece. Le fue dado. Y ha quedado en plena libertad, pues el dueño se ha marchado. El verbo “tener”, según la lógica del texto, se refiere a los intereses, a las ganancias, a lo que ha producido aquella “onza de oro” que fue confiada. Ha obedecido y se ha puesto a “negociar”. Se observa un extraordinario margen para el desarrollo creativo y productivo; no se le dice cómo hacerlo, sencillamente que “negocie”; o sea, que trabaje, que sea diligente, cómplice fiel con el dueño de la “onza”.

El que “tiene diez onzas más” no sabía la reacción que tendría el propietario ante sus bienes. Quiere decir que su esfuerzo fue desinteresado. Sin buscarlo, por haberla multiplicado, se le entrega mayor responsabilidad; ahora se le confía autoridad sobre diez ciudades. Así se entiende la expresión: “al que tiene se le dará”. El Señor no procura aquello que dejó, sino aquello que se obtuvo con lo que Él ha dejado. Por eso, “reclama lo que no presta” y “siega lo que no siembra”. En asuntos del Reino todos somos responsables; hermosa imagen que habla de sinodalidad “caminar juntos y juntas en una misma dirección, en comunión y participación”.

AL QUE NO TIENE SE LE QUITARÁ HASTA LO QUE TIENE

“El que no tiene” es aquel que fue encontrado con la misma “onza” que le dieron. No ha “negociado”. En la parábola se le llama “holgazán”. Lo más triste es que sabía perfectamente que el dueño era exigente, sin embargo puso la “onza” en un pañuelo. Este pañuelo podría representar la vida cómoda y superficial. El rey no le pidió a todos los mismos resultados, porque no todos estaban dotados de las mismas capacidades, lo único que exigía eran ganancias; o sea, lo que se ha sumado para que el Reino sea visible. El relato es estricto, y para nada bromea. Sencillamente, al que no tiene, se le quita todo, y se pone en manos de quien lo haga producir.

Señor: ya hemos tirado los pañuelos, no queremos empuñar nada. Deseamos, de corazón, disponernos totalmente para sembrar y que seas tú mismo quien coseches con los sudores de nuestra entrega. Gracias por darnos esa onza, por hacernos partícipes de tu Reino. Danos fidelidad. Robustece nuestra esperanza.

  1. ¿Dónde está la “onza” que me fue confiada?
  2. ¿Para quiénes son mis dones y carismas?
  3. ¿Con cuántas “onzas” más me presentaré delante del Señor?