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VIDAS SOÑADAS PARA CASA DE ORACIÓN

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EVANGELIO DE HOY: 19/11/21 (Lc 19,45-48).

Hoy se recuerda la escena en que Jesús entró en el templo y echó a los vendedores; diciéndoles el fundamento: “mi casa es casa de oración”. Denuncia que la han convertido en “cueva de bandidos”. Meditemos sobre enseñanzas que estas palabras tienen para nuestras vidas:

“CASA DE ORACIÓN”

El término “casa” se refiere, en el sentido del texto, al lugar donde Dios habita. Desde la tradición del Antiguo Testamento se afirma que Dios habitaba en el santuario de Jerusalén. Con el desarrollo de la Revelación, Cristo pasa a ser el nuevo Templo, y nosotros, sumergidos en Él, también lo somos. Con el Bautismo, el primer y principal sacramento, nos unimos al Hijo de Dios (Cf. CIC 1213). Especialmente desde este día nuestra casa (nosotros mismos) pasa a ser “lugar” de oración. “Mi casa” es donde reposa Jesús. Allí donde se siente a gusto. Donde puede ser Él mismo. Es el lugar de su confianza, donde busca la paz; no por casualidad la exige cuando no la encuentra. La “casa” no es un lugar estático, es un santuario itinerante, con pies, manos, ojos, oídos y corazón… se mueve, camina, peregrina, sirve y labora siempre en actitud orante, porque es cosa seria ir con Cristo siempre y a todo lugar. La “casa” no se limpia sola; pobre de aquella en la que se descuide su limpieza; nadie quisiera pasar un rato allí. La casa de oración no se improvisa, porque contrariamente se volviese cueva.

“CUEVA DE BANDIDOS ”

Jesús dice: “la han convertido en una cueva de bandidos”. Quiere decir que, les fue entregada una “casa”, pero la transformaron en otra cosa. La imagen de la cueva no es nada acogedora. Evoca oscuridad, tinieblas. No hay ventanas, ni brisa. Está llena de trampas e inseguridades. No se sabe la cantidad de bichos e insectos que se refugian allí. Usted no se imagina una escoba en una cueva. Nadie barre ni desempolva. Parece ruina. Es duro llevar la vida como una cueva. Sencillamente, Jesús no se siente a gusto. La casa se va convirtiendo en cueva cuando se olvida de quien habita en ella. Cuando no se honra su presencia ni se tiene en cuenta. Se transforma en cueva cuando se introducen en su interior cosas que nada tiene que ver con su santo propósito. Conforme se alarga el tiempo, sin despertar la conciencia, así la cueva se va tornando cada vez más inaccesible, más aislada, menos habitable.

Señor: queremos agradecerte porque nunca rechazas nuestras “casas”. Sólo entras y provocas que tomemos la escoba y empecemos a limpiarlas; así se detiene el proceso de cualquier cuevita que se esté formando en nuestro interior. Danos la gracia de honrarte, de tener conciencia de que nos habitas. Ayúdanos a cultivar la unión contigo, y que nuestras vidas sean, en Ti, casa de oración.

  1. ¿Cómo está mi casa?
  2. ¿Cuándo Jesús entra en ella, qué encuentra?
  3. ¿Cuáles amenazas recibe mi casa para convertirse en cueva?
  4. ¿Cómo mantengo mi casa limpia y protegida? ¿Cómo ayudo a que los demás también la tengan?