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LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA: CAMINO HACIA LA NAVIDAD.

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EVANGELIO DE HOY: 18/12/21 (Mt 1,18-24).

Seguimos caminando hacia la Navidad, y el evangelio de ayer, que nos hablaba sobre la descendencia humana de Jesús, avanza en el de hoy, dejándonos claro cómo fue su nacimiento. Entre las tantas luces para reflexionar, vamos a priorizar la virtud de la prudencia. Sí, la prudencia de María, la prudencia de José, la prudencia de Dios en este acontecimiento.

LA PRUDENCIA DE MARÍA

El valor de la prudencia se destaca en María en esta circunstancia: estar comprometida con José, y antes de vivir juntos, esperar un Hijo. Lucas narra todo lo acontecido hasta este momento. No existen evidencias donde María intentase defenderse o justificarse ante José. No se preocupó en limpiar su imagen.

En su “Hágase” se fundió toda su confianza. Sencillamente guardó silencio. Lo que tuvo que decir, lo que fue necesario preguntar lo hizo directamente al ángel. Hemos valorado mucho en las reflexiones el silencio de José, pero también vemos aquí la espiritualidad del silencio mariano, el vivo reflejo de su prudencia, de su espera para que el Señor intervenga asumiendo Él mismo las consecuencias de la vocación a la que llama. María siguió la luz de su conciencia, que es el chorro de luz que el Espíritu envía para dirigir los pasos de sus siervos y sus siervas.

LA PRUDENCIA DE JOSÉ

Si las cosas no fueron sencillas para María, tampoco las fueron para José. Le llegó su noche, su pesadilla, su desierto. No quisiéramos estar en los zapatos de este hombre, con el peso de su honradez, justicia, y un amor más grande que él hacia su María. Es extraño que las líneas del evangelio no hablen sobre sus lágrimas porque posiblemente, un hombre sin “habla” se expresara con gemidos.

José se debatió entre su amor y la ley, y finalmente resolvió no denunciarla públicamente. Así la libraba de la difamación y de la muerte también, porque según la tradición judía, así terminaban estos casos. Todos estos acontecimientos tortuosos pasaron y pesaron en el interior de José. Pero en silencio intervino, para solucionar, quien armó el problema: el ángel del Señor. Este ángel le deshizo las decisiones que ya había tomado. En esa noche de José pasaron muchas cosas, pero el valor de su prudencia le permitió, a tiempo, recapacitar y obedecer.

LA PRUDENCIA DE DIOS

Queda claro en esta historia que Dios no se desentiende de las llamadas que hace. Asume responsablemente las orientaciones de quien, en oscuridad, no comprende. Cuando Dios vocaciona, lo primero que quita es el “temor”, la “duda”. Por eso dice en voz del ángel: “No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo…”. El ángel habló lo necesario para alcanzar el “Hágase silencioso de José”, porque al despertarse sencillamente hizo lo que le habían mandado y, en adelante, no vaciló más.

Señor: nosotros queremos cultivar en este tiempo la virtud de la prudencia, aquella que nos permita discernir en silencio tu misterio en nuestras vidas. No eres un acontecimiento que pasa a la ligera, danos juicio y también justicia. Concédenos, Señor, la sabiduría que viene de ti. Deseamos aprender a deshacer nuestros planes, cuando no son los tuyos.

Para eso hemos de aprender a hacer silencio y hacer una parada seria, donde nos cuestione la conciencia y donde tus mensajeros nos hagan comprender lo que esperas de nosotros. Este tiempo es tu providencia, queremos aprovecharlo. Que cuando llegue tu Hijo nuestro corazón sea una cuna de amor sin fronteras.

  1. ¿He buscado, como José, aclarar las “noches” de mi fe, en silencio, en oración, en dirección espiritual?
  2. ¿Soy prudente con los misterios de amor que el Señor me revela?
  3. ¿Asumo las consecuencias del llamado que el Señor me hace?
  4. ¿Qué supone en mí decir “Hágase” (al Señor) en la Navidad que se aproxima?