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LA LLENA DE GRACIA NOS QUIERE LLENOS DE DIOS

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EVANGELIO DE HOY: 20/12/21 (Lc 1,26-38).

Meditemos sobre el pasaje de la Anunciación que inicia haciendo referencia al “sexto mes” (etapa del embarazo de Isabel, y momento del encuentro entre el ángel y María). No puede pasar desapercibido el previo pensamiento de Isabel: “Así me ha tratado el Señor cuando dispuso que terminara mi humillación pública” (Lc 1,25). Realmente estamos ante pasajes que nos invitan a la alegría, pues con la llegada del Señor quedan atrás todos los complejos y lamentaciones. Tanto es así que “alegría” es la primera palabra que el ángel dirige a María cuando entra en su presencia: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
 
… en otras palabras, el ángel le dice: “sé feliz”, “regocíjate”, “goza”… Ella se turba en un primer momento, porque nadie puede alegrarse plenamente sin comprender las razones. Por eso se pregunta qué saludo era ese. Gabriel pacientemente inicia la explicación. El motivo por el cual ha de alegrarse ha sido porque ella ha encontrado gracia ante Dios. Dios la ha mirado con cariño, la ha distinguido, escogido.

Algo de María cautivó un amor especial del Señor y ella aún no lo sabía, le ha agarrado de sorpresa esta declaración de amor; porque así son los santos, tienen una gran distinción ante el Señor y ellos mismos no lo saben. No se elevan, tienen que hacérselo saber. Tan cierto es que luego del ángel, la misma prima Isabel se lo confirmará, como a quien intentan asegurarle que no fue un sueño lo vivido.
 
El amor de Dios hacia María (y también hacia nosotros) se concretiza en misiones reales. El santo discernimiento del Señor da a cada persona sólo aquello que le conviene. Y la “llena de gracia” tuvo la templanza necesaria para que en ella se cumpliera la promesa anunciada en Isaías: “la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa – Dios con nosotros-”.
 
Estar llena de gracia y estar llena de Dios es la misma cosa. Es el fundamento culmen de la alegría. Hemos de entender lo que vive María… es parecido cuando usted asume una vocación, un llamado, y ya nada ni nadie está por encima de tal dignidad. Uno mismo le da valor, depurando cualquier obstáculo que pudiera distraer la respuesta, por no querer defraudar la confianza que Dios ha depositado. María deja de lado todo temor, y se abraza a la confianza plena.

La Santísima Trinidad la ha involucrado en un proyecto salvífico y, lo más decisivo, se mantiene humilde, sierva, discípula. Grande fue la gracia recibida y muy digna la respuesta. Si supiéramos comprender que el Señor nos da todo, y nos pide vivir como si no tuviéramos nada… entonces, con mayor fuerza, el Espíritu también lo tendría más fácil para hacer con nosotros cosas extraordinarias.
 
Señor: nos ha cautivado el “Hágase de María”. En esta mañana que comienza, con temblor y confianza te decimos con ella “Hágase en mí tu voluntad”. Deseamos encontrar el sentido profundo de ponerse de rodillas, doblados en el cuerpo y doblados en el alma para, en silencio, visualizar el camino por donde llega el Señor a nuestras vidas. Sabemos tu manera; siempre comienzas desde lo pequeño. Inicia, Señor, la transformación fecunda en nuestro corazón. No queremos estar llenos de nosotros mismos; con María, anhelamos también estar llenos de gracia, llenos de tu Hijo Jesús.
     
1. ¿De qué me siento lleno?
2. ¿De qué tengo que vaciarme para que la gracia en mí haga su trabajo?
3. ¿En la vida que llevo: Dios encuentra gracia en mí?
4. ¿Le anuncio a los demás todo lo que el Señor les ama?