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“DENLES USTEDES DE COMER”: UNA RELECTURA DESDE LA SAGRADA EUCARISTÍA.

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EVANGELIO DE HOY: 08/1/22 (Mc 6,34-44).

Hoy se nos habla de una multitud hambrienta, la presencia de Jesús, y la multiplicación de los panes. El primer detalle que llama la atención es como comienza el texto: “al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor”.

El primer verbo de la frase “desembarcar” deja evidente que “bajarse de la barca” es condición imprescindible para que nazca la compasión. Desde lejos, desde la distancia, no se sufre con los demás. Se nace necesario mojarse los pies, salir al encuentro, dejarse tocar. Y se añade una virtud más, de parte de Jesús, en la frase siguiente: “se puso a enseñarles con calma”. Jesús no se escandaliza de la ignorancia de la gente, sino que tiene paciencia. Se abre, con esta imagen, el escenario de la evangelización, de la catequesis, de la instrucción. La primera hambre que se manifiesta es la del conocimiento de las cosas de Dios, de su persona. Si releemos este pasaje bíblico desde la Eucaristía, sus primeras líneas hacen referencia a la “la Liturgia de la Palabra”.

Llega el imaginario del atardecer: “cuando se hizo tarde…”. Varias veces nos insisten los pasajes bíblicos en la relación entre el “atardecer” y el “comer”. Puede reflexionarse que luego de la “Liturgia de la Palabra”, cuando se asoma el atardecer de los sentidos, cuando llega el momento, la hora oportuna, hay que dar el paso indispensable para el alimento pleno. La multitud está preparada.

Los discípulos se percatan de que están en despoblado, y sugieren mandar a la gente para comprar algo de comer. Pero el alimento de vida, no está lejos de ahí. No hay que trasladarse, tampoco es necesario dinero. No hay que comprar nada. Todo es gracia y gratitud. El pasaje muestra la combinación trascendente para el que milagro acontezca: el ofrecimiento de lo que hay en la comunidad: “cinco panes y dos peces” y “la mirada elevada al cielo, con la bendición de Jesús”, luego de la organización comunitaria.

Cuando Jesús dice a sus discípulos: “Denles ustedes de comer” los está desafiando, interpelando, responsabilizándolos… para que compartan el pastoreo de esas ovejas. Es fácil despedirlos, más exigente comprometerse e involucrarse con su hambre. De ahí que al partir el pan, Jesús se les manda a repartirlo entre la gente, sentada sobre hierba, en grupos. Observemos este escenario, la hierba puede ser comparada al espacio de la “parroquia”, una parroquia al aire libre, sin complicaciones, todos arrellanados en el suelo, porque lo importante es el pan y aquellos que, con hambre, se sacian. Si en la primera parte del texto contemplamos la “Liturgia de la Palabra”; en este segundo momento se nos presenta, de comienzo a fin, la “Liturgia Eucarística”.

Señor: nosotros queremos, siendo tus discípulos, comprometernos por compasión. Deseamos profundamente desembarcar, mojarnos los pies, salir impulsados de las orillas hacia el corazón del hambre. Y desde ahí, Señor, queremos rebuscar los panes y los peces que pudieran estar agachados, sacarlos a la luz, disponerlos, ofrecerlos para que el milagro, con tu gracia, sea posible. Deseamos arrellanarnos en las hierbas existenciales, en nuestros atardeceres, en este momento de la historia; porque a partir de ahí obtendremos el alimento necesario para atravesar los “despoblados” de nuestras vidas.

  1. En este momento de mi vida ¿he desembarcado al encuentro de los demás, como hizo Jesús?
  2. ¿Qué me provoca contemplar el hambre de la multitud?
  3. ¿Estoy compartiendo mis “panes” y mis “peces”?
  4. ¿Estoy viviendo la fe organizado en comunidad cristiana?