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“TIENES QUE NACER DE NUEVO”.

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EVANGELIO DE HOY: 26/4/22 (Jn 3,5a.7b-15).

Jesús, en el pasaje de hoy, parte de un diálogo con Nicodemo, a quien le dice: “Tienes que nacer de nuevo”. La advertencia se dirige a un fariseo, notable entre los judíos, quizás miembro del Sanedrín… formado y estudiado, con una estructura mental, religiosa y cultural bastante sólidas, las que no le impidieron sentir gran admiración por Jesús. Con todo, el hecho de ir a verlo de noche, mostraba su libertad insuficiente y su poca docilidad para acoger su novedad; estaba preso del qué dirán y sus consecuencias.
 
Los argumentos de Jesús partieron de que “el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va”. Notemos el detalle: “… sopla donde quiere”… Las características del “viento” son retomadas para hablar del Espíritu Santo. Nadie toma un puñado de viento para entrarlo al bolsillo; no puede controlarlo, manipularlo. El soplo divino, de igual manera, va donde quiere y camina con horizonte, con norte claro, apuntando hacia el amor y la vida.
 
“Se oye su ruido”… El murmullo del Espíritu sólo puede ser clarificado con los oídos del corazón, en el silencio, en el recogimiento, en la pureza de quien busca saber su voluntad. Con razón le reconocen como “dulce huésped del alma”. Sólo el Espíritu puede decir las cosas que son del Espíritu. Uno no podría saberlas por su propia cuenta. Para entablar esta amistosa relación con el Espíritu se hace necesario, “nacer de nuevo”. Quien nace de nuevo ya no va donde él mismo desea, sino allí donde el Espíritu quiere. Ya no lo gobiernan las otras gentes, sino la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Quien ha nacido de nuevo sabe caminar de día.
 
“Tienes que nacer de nuevo”… es una necesidad, una urgencia; es la alternativa y el único camino válido. Ante el mandato, Nicodemo pregunta: “¿Cómo puede suceder eso?” Pues ya vemos, el “maestro” de Israel no lo sabe. Nicodemo, sólo había alcanzado un conocimiento humano, académico; se desempeñaba en el mundo de las normas, las leyes… Por eso, su lenguaje era controlado, también limitado.
 
Para nacer de nuevo Nicodemo necesitaba tener experiencia del Dios vivo, mediante su Hijo Jesucristo. Acogerlo a Él, creerle, sumergirse en sus aguas. Bien ha expresado san Juan Crisóstomo: “Lo que el útero es para el feto, es el agua para el fiel”.
 
Decimos con el salmista: “El Señor reina vestido de majestad… la santidad es el adorno de su casa”.
 
1. ¿Cómo acojo el mandato de Jesús: “Tienes que nacer de nuevo”?
2. ¿Cuáles frutos surgen del nacimiento por el agua y el Espíritu?
3. ¿Qué estoy esperando, si espero, para empezar a nacer según el querer de Dios?