Vie. Abr 26th, 2024

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A LAS PUERTAS DE PENTECOSTÉS, VIVIR DESDE EL ESPÍRITU: AMANDO, SIRVIENDO, OBEDECIENDO EN FIDELIDAD.

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EVANGELIO DE HOY: 3/6/22 (Jn 21,15-19).

El pasaje de hoy, pascual, nos presenta a Jesús resucitado quien, luego de haber almorzado con sus discípulos a orillas del lago, le cuestionó tres veces a Pedro sobre su amor hacia Él. Estando nosotros a las puertas de Pentecostés, intentaremos hacer una meditación a la luz de dicho acontecimiento. En el texto encontramos cuatro frutos o signos del Espíritu de Dios:
 

1. AMOR INCONDICIONAL A JESÚS

Pedro, ante las interrogantes del Señor, sobre el amor que le tiene, le responde tres veces: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero…”. Consideremos estas repeticiones como un proceso de interiorización, hasta bajar al fondo del convencimiento, donde la persona identifica el único amor que da sentido a su vida. Este proceso sólo puede hacerse con la gracia del Espíritu. El Espíritu nos hace saborear el amor a Jesús. Nos permite optar por Él y asumir su causa. Ya podemos repetir en oración varias veces esta declaración de amor a Jesús y veremos lo que acontece en nuestro corazón.

2. SERVICIO A LOS HERMANOS

El amor a Jesús es verdadero cuando se manifiesta en el servicio a los demás. Es lo que Jesús le enfatiza a Pedro: “Apacienta mis corderos…”. De la misma manera en cómo nos dirigimos al Señor, así el Señor nos da el retorno, por nuestro propio bien. Es el Espíritu Santo quien nos favorece integrar, de manera unísona, el amor a Jesús y el amor a los demás, fuente del servicio. El Espíritu es quien hace verbalizar el amor y comprometerse con Él. Es fuerza de voluntad, inspiración.  

3. FIDELIDAD HASTA EL MARTIRIO

“Cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”; si esto alude a la muerte que Él iba a recibir, nos puede evocar a los primeros años del movimiento de Jesús: itinerante de pueblo en pueblo, libre; cuando el proyecto fue creciendo, consolidándose, a su hora, fueron otros que lo llevaron donde no quería (“aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”). Sin el Espíritu no se tiene el don de fortaleza, propio de los mártires.

4. SEGUIMIENTO

Luego de las tres interrogantes de Jesús, las tres respuestas de Pedro, las tres peticiones del Señor, con su advertencia, éste le dice: “Sígueme”; el llamado se hace luego de estar claro de lo que esto supone. Es un paso que exige determinación. El Espíritu Santo es el farol para el seguimiento, porque a cada paso necesitamos su luz. El camino no es lineal, varía, adquiere múltiples dimensiones, se hace necesario su orientación, como brújula divina que no nos deja perder ni abandonar el trayecto.

Virgen de la Altagracia: ruega por nosotros.

  1. ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi corazón?
  2. ¿Me estoy dando a los demás sin regateos?
  3. ¿Qué significa sacrificio en mi vida cristiana?
  4. ¿Cómo renuevo el sí de mi seguimiento al Señor?
  5. ¿Qué relación cultivo con el Espíritu Santo en mi vida de fe?