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PURIFICAR LOS DESEOS DEL CORAZÓN: Y CONTEMPLAR A DIOS EN TODAS LAS COSAS.

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EVANGELIO DE HOY: 10/6/22 (Mt 5,27-32).

El pasaje de hoy es una porción de la predicación de Jesús en el Monte. El sermón del monte es el primero de las cinco predicaciones del Maestro a lo largo del evangelio de Mateo. Interesa destacar la manera con la cual Jesús va perfeccionando la Ley del Antiguo Testamento. Él se presenta como un nuevo Moisés y, aún más, como Hijo de Dios, quien nos revela lo nunca antes pensado. Meditemos sobre el asunto que trata, el adulterio.

“Han oído el mandamiento: -no cometerás adulterio-. Pues yo les digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. Observemos que antiguamente, la Ley ordenaba a no hacer cosas malas. Pero Jesús da un avance más, y se preocupa por purificar aquello que está en la mente y en el corazón de la persona. Él toca el fondo donde se generan los deseos para purificarlos y sanarlos de raíz. Esto es coherente con las bienaventuranzas, que inauguran la predicación en el monte, especialmente la que dice: “felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

De nada sirve “dejar de hacer algo” y que por dentro sigamos presos del deseo. Jesús nos quiere libres; nos sugiere cómo conseguir esta libertad: “Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo…”. No se trata de “sacar el ojo literalmente”, sino de “sacar de nuestro panorama” todo aquello que alimente, mediante los sentidos, deseos negativos. Ciertamente hay cosas que podemos evitar, pues en ocasiones son buscadas para curiosear, abriendo las puertas al deseo, tentando así la propia fragilidad. También Jesús dice: “Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala…”. Con este añadido denuncia no sólo el pecado de “visión”, sino el de “obras”.

Según santo Tomás de Aquino: “La carne tienta a veces instigando al mal: haciendo buscar placeres carnales en los que muchas veces hay pecado, porque hacen descuidar la vida del espíritu; tienta igualmente apartándonos del bien, entorpeciendo los bienes del espíritu”.

 Asegura que “Las tentaciones de la carne son muy poderosas porque no hay nada peor que tener al enemigo dentro de casa”. El santo considera que Dios no tienta a nadie, pero aclara que si la persona se aleja de la gracia, se vuelve vulnerable. Recomienda mantenerse unido al amor de Dios y su caridad, pues como dice el Cantar de los Cantares 8,7: “Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor”.

Jesús escudriña los corazones y sus intenciones profundas; cuestiona seriamente los motivos del divorcio, no querido por Dios. Señala los peligros, al mismo tiempo, de quien plantea divorciarse pues induce a otras personas al pecado.

Señor: que tu Espíritu Santo sea colirio para nuestra alma, para nuestro corazón, para nuestros ojos. Danos gracia santa para poder contemplar en las otras personas la dignidad que la revisten como hijos e hijas de Dios, templo sagrado. Enséñanos a cultivar una seria vida de oración, es el espacio predilecto donde se purifica el interior. Que podamos valorar la vida sacramental, la que nos ejercita internamente para canalizar todos nuestros afectos y nuestros deseos dentro de tu plan salvífico. Enséñanos, Espíritu Santo, a caminar en santidad. Queremos ser limpios de corazón y ver a Dios en todas las cosas.

1. ¿Cuándo veo a las demás personas, qué veo?
2. ¿Qué significa para mí la fidelidad desde el corazón?
3. ¿Qué significa ser fiel donde nadie me ve?