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SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS: HAZ MI CORAZÓN SEMEJANTE AL TUYO.

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LECTURAS DE HOY: 24/6/22. (Ez 34,11-16; Sal 22; Rom 5,5b-11; Lc 15,3-7).

En la Biblia no se habla literalmente del corazón de Jesús, sino que nos presenta sus reflejos palpitando en la historia de salvación, principalmente en los evangelios. Cada una de las páginas del Nuevo Testamento, de manera especial, nos dice cómo es su corazón. Al meditar la Palabra, lo contemplamos. ¿Para qué contemplarlo, a no ser para que nos inspire cómo ha de ser el nuestro?:
 
Según el profeta Ezequiel: el corazón de Jesús se ve figurado en el pastor que asume personalmente buscar a las ovejas perdidas, seguir sus rastro, sacándolas de los lugares por donde se desperdigaron en medio de la oscuridad, para apacentarlas. Somos semejantes a este corazón cuando nos unimos a Jesús, sintiendo con Él compasión ante los que se extravían, y le damos prioridad a esta tarea, de buscarle los hijos e hijas a Dios. No podemos ser parecidos a Él sin vivir en Él. Su corazón es un hospital donde se vendan las heridas y se cura profundamente.
 
El Salmo 22 manifiesta las acciones del corazón de Jesús: mediante el impulso amoroso para “hacer recostar al abatido”, “conducir al sediento a la fuente”, “guiar por sendero justo al desorientado”… Él es quien camina al lado del frágil en todo momento, dando consuelo y confianza. Como si fuera poco, prepara la mesa, unge con aceite nuevo, y hace rebosar la copa de alegría. El corazón de Jesús es la manifestación de su bondad y su misericordia. Somos semejantes a Él cuando nos tornamos luz para quienes andan en valles tenebrosos. Cuando vivimos la hospitalidad con alegría sincera, nos introducimos en las palpitaciones sagradas del corazón de Jesús.
 
En la Carta de Pablo a los Romanos queda evidente que el corazón de Jesús es el mismo corazón del Padre; mediante el Espíritu se ha derramado en nuestros corazones. Dios no ama teóricamente, sino que lo ha demostrado. Somos semejantes al corazón de Jesús cuando amamos mediante el ejercicio de la caridad. Cuando vamos por la vida derramando amor a nuestro paso, sin detenernos a recibir recompensas. El derrame de amor no se privatiza; se expande y se reparte. Para abastecer esta fuente es imprescindible permanecer en el bienaventurado corazón de Jesús, diciendo siempre: “Sagrado corazón de Jesús: en ti confío”.
 
En Lucas, el evangelio de la misericordia, nos muestra el extremo del sagrado corazón: apostar por una sola oveja, la que parece insignificante en medio de las 99. Sólo en su corazón manso y humilde, aprendemos a cargar en los hombros a quienes las fuerzas no les dan para regresar con los propios pies. Somos semejantes al corazón de Jesús cuando arrimamos el hombro para que los hermanos regresen a la comunidad, sin calcular el por qué se han marchado.
 
Oramos con las palabras de Jesús: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. Le decimos: “Sagrado corazón de Jesús: haz nuestro corazón semejante al tuyo”.
 
1. ¿Qué significa ser cristiano con corazón?
2. ¿Estoy inscrito en la escuela de Jesús para aprender de Él, en su corazón?
3. ¿Dejo que el Espíritu me trabaje el corazón?
4. ¿Cómo se funden el corazón de Jesús y el corazón de María?