Vie. Abr 19th, 2024

ApmPrensa

Agencia de Prensa APM

AL TOQUE DE JESÚS: NO HAY CASOS PERDIDOS.

3 min read

EVANGELIO DE HOY: 4/7/22 (Mt 9,18-26).

Hoy se nos narra el episodio de dos mujeres que tienen experiencia con Jesús desde realidades diferentes. Entre los variados enfoques que el relato permite considerar, nos detenemos a meditar a partir de aquello que sucede en nuestras vidas al “toque de Jesús”. Meditemos sobre los dos casos: una niña y una mujer.
 
Se le acercó un personaje a Jesús, que se arrodilló ante Él, y le dijo: “Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá”. Esta niña, que Lucas y Marcos la describen como “hija de Jairo”, con 12 años, no tiene manera de acercarse a Jesús. Los muertos no se mueven. Sin embargo, alguien que la ama, lo hace por ella, intercediendo con actitud humilde. En este “personaje”, nos figuramos todos, en esos momentos cuando nuestros casos parecen perdidos, sin nada que hacer, para suplicar el “toque de Jesús” y recuperar la vida. Él no se hace rogar, la Vida se pone en camino.
 
“Una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que, con sólo tocarle el manto, se curaría”. Todavía a esta mujer le quedaba un poco de energía y la aprovechó para dirigirse a Jesús. Ha pensado bien. No esperó a que la llevasen. No se conformó con estar distante. Alcanzar el manto de Jesús sería un nuevo comienzo. Una nueva vida. No quería su vida desperdiciada, escurriéndose en cada gota de sangre. Buscaba un sentido nuevo; éste no se lograba con el simple deseo, sino dando los pasos necesarios, quizás bastante discretos para llegar hasta Él. Su meta estaba clara, su decisión también. Optó por la vida, y fue tras ella.
 
El esfuerzo realizado por esta mujer, en sus condiciones, no pasó desapercibido a la sensibilidad de Jesús. Él volvió a verla. Así pasa con cada esfuerzo que hacemos para ser mejores cada día. Dios, en su misericordia, nos observa. No es indiferente. Como a ella también nos dice: “Ánimo, hija”, “ánimo hijo”. Jesús nos motiva a tocarle mientras aún tenemos fuerzas para hacerlo, nos deja dar “pininos” de gracia; su manto es accesible para ser tocado. Su manto y su proyecto de vida son la misma cosa. Jesús, inmediatamente se dio cuenta que esta mujer actuaba por fe, y le dejó testimoniar los frutos de ésta: “Tu fe te ha curado”. Él ha puesto la gracia y ella, la actitud de creer.
 
Si la mujer recibió la sanación en la calle, la niña la recibirá en su propia casa. Jesús entró. Ni a Él, ni a su pariente le intimidaron las risas y las burlas. Esto nos da la clave para que abramos las puertas de nuestros hogares al Señor. No importa si ya “tocan los flautistas”, si ya hay “alboroto de la gente”, no importa qué tan caótica sea la situación, porque quien va a entrar en ella es el “Rey de la Gloria”. Un Rey cercano, sencillo, humilde y cariñoso, que entra hasta la casa para tocar y devolver la vida. Los burlones están sobrando: “¡Fuera!”. Para Jesús lo más importante es que, a su llegada, “la niña no está muerta, está dormida”. Hubo que sacar a la gente sin fe para que el milagro acontezca. En la soledad de la intimidad, y de la confianza plena, Jesús “cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie”.
 
Con el salmista rezamos: “El Señor es clemente y misericordioso/. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás”. Gracias, Señor, porque te podemos tocar, hoy, en tu Palabra, en la Eucaristía, y en cada hermano y hermana que nos pones en el camino. Que al igual que tú, y desde ti, nuestros toques sean sanadores.
 
1. En qué altura de la vida me encuentro:
–  ¿Yendo hasta Jesús para tocar su manto?
–  ¿Abriendo las puertas de casa para que Él entre a tocarme?
–  ¿Sonando la “flauta” de un caso perdido?
–  ¿Festejando la gracia de haber sido curado?