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MEDITEMOS SOBRE LA PERFECTA ALEGRÍA

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EVANGELIO DE HOY: 1/10/22 (Lc 10,17-24).

Se nos narra que los setenta y dos discípulos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Observemos detalles de la escena. Un principio de la verdadera alegría es: saberse escogido por Jesús para su misión, realizarla en su nombre, reconocerle, y presentarle a Él los resultados de la jornada misionera.

La alegría nace cuando actuamos en nombre de Jesús; al constatar que el mal no tiene la última palabra, que el bien tiene fuerza y autoridad. La alegría nace al confirmar la presencia de Jesús operando mediante personas humildes y limitadas, que confían en Él.

La santa alegría nace en el combate, en la lucha, cuando encontramos contrariedades, persecuciones, oposiciones, y seguimos adelante porque sólo nos guía su voz y su promesa. Es la alegría que no nace de cosas externas, sino del interior, de lo más profundo, donde sólo el Espíritu Santo tiene acceso. Esta alegría no la dan las ganancias superficiales ni las conquistas transitorias.

Con todo, Jesús da un paso más, y les aclara a los discípulos en qué consiste la perfecta alegría. Consiste, no en alegrarse porque el mal ha sido sometido, ni por los resultados pastorales, sino porque “sus nombres están inscritos en el cielo”. Allí está la lista grande de todos los que día a día van sirviendo por amor al Reino. Ya son conocidos, se distinguen desde arriba gastando sus vidas en la tierra. Se les conoce la bondad del corazón, y la sinceridad con la que aman y sirven al Señor.

La alegría grande sucede en el cielo, cuando esa lista aumenta gracias al Espíritu y a los que peregrinan en la tierra haciendo que el listado aumente. Es justo y necesario hacer feliz a Jesús. La santa alegría es contagiosa. Se alegra el Espíritu, se alegra el Hijo, se alegra el Padre; se alegra la Virgen María y todos los ángeles. Se gozan en la aventura del amor, en la locura del Reino.

El evangelio nos da la clave para acceder a la fuente de esta santa alegría: “se le revela a la gente sencilla”. Alguien dijo: “Es sencillo ser feliz, lo difícil es ser sencillo”. ¿Cómo se alcanza esta sencillez de vida? Pudiéramos considerar que todo comienza con la aceptación plena de Jesús y su evangelio en nuestras vidas. Ahí, organizando la vida a la luz de su Palabra, mediante el aceite cotidiano de la oración.  Dichosos los que ven a Jesús en lo pequeño, y dichosos los que le oyen en las diversas mediaciones con las que se expresa. Muchos, en antiguo, quisieron tener dicha oportunidad, y no la alcanzaron.  

Hoy, día de santa Teresa de Lisieux, hacemos oración con dos de sus pensamientos:

“Cuando me pasa algo doloroso o desagradable, en lugar de una mirada melancólica, respondo con una sonrisa. Al principio, no siempre lo conseguí, pero ahora se ha convertido en un hábito que me alegra haber adquirido”. “La verdadera felicidad en la tierra consiste en ser olvidado y permanecer completamente ignorante de las cosas creadas. Comprendí que todo lo que logramos, por brillante que sea, no vale nada sin amor”.

1. ¿Sé distinguir entre una alegría vacía, hueca, sin sustancia, y una alegría que trae consuelo al corazón?
2. ¿Qué creo que me falta para ser feliz? ¿Y si lo que buscas lo llevas dentro, qué te parece?
3. Mi vida y la misión que realizo ¿hace que aumente la lista del cielo? ¿He despertado alegría en Jesús?