Vie. Jul 26th, 2024

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JESÚS ENSEÑA CON AUTORIDAD: ENSEÑEMOS COMO JESÚS.

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EVANGELIO DE HOY: 10/1/23 (Mc 1,21-28).

El pasaje del día nos presenta el inicio de la misión de Jesús. Comienza enseñando en la sinagoga, causando asombro, porque no lo hacía como los escribas, sino con autoridad. En la cultura judía, los escribas pertenecían a la clase culta de la sociedad, ocupaban un lugar de estatus. Eran estudiosos y conocedores de las Escrituras Sagradas. Aquí nos encontramos con una dimensión importante. No todo el que estudia, se forma y sabe tiene la autoridad de la que habla el evangelio.
 
La autoridad de las enseñanzas de Jesús nace del convencimiento profundo de lo que predica, vive y cree lo que dice. Su base es la experiencia. No habla de un camino que ya no haya hecho. Él mismo es la Palabra que da, sin diferencia. La fuerza de la coherencia se convierte en gracia transformadora. La predicación necesita y requiere el colchón del testimonio. Si falta el soporte de vida, la enseñanza cae en saco roto. La autoridad de Jesús radica en la gracia de tocar el corazón con su Palabra.
 
El hecho de que la enseñanza de Jesús tenga autoridad no significa que ésta no se vea amenazada. El demonio sabe que las palabras de esta magnitud son poderosas, porque las personas la acogen y se convierten. El enemigo, que es astuto, va a sentarse en el mismo lugar donde Jesús enseña, porque pretende tener el control de las cosas. Pero las enseñanzas del Maestro lo torturan, no las tolera. Es duro cuando esto acontece en nuestros espacios, y rechazamos interiormente una buena predicación sin motivos, por no aguantar que el horno de la Palabra nos cocine.
 
Jesús no detiene su enseñanza ante las amenazas que le combaten. Con la fuerza del Espíritu manda a callar cualquier voz desautorizada; manda a salir fuera al ruidoso. Es preciso el silencio para que la Palabra madure en el interior de quien la escucha. La autoridad del Señor limpia el terreno donde va a ser depositada la semilla. Quien es obediente y dócil se deja limpiar. Deja que el Señor lo libere. Con un grito fuerte el demonio se va; no importa que le guste o no, sale. No puede haber dos señores en un solo corazón.     
 
Señor, nosotros también queremos entrar en la dinámica de este enseñar nuevo, que nace contigo de manera especial. Ayúdanos a examinar nuestras palabras, a tomar conciencia de lo que enseñamos. Es duro enseñar sin gracia, porque nos falta la autoridad; ese más, que no podemos gestionar por nosotros mismos. Si queremos que nuestras enseñanzas sean obedecidas, necesitamos empezar nosotros por ser obedientes a lo que tú nos enseñas primero. Que tengamos en ti, un solo Maestro y un solo Magisterio.
 
1. ¿Creo lo que leo en la Sagrada Escritura?

2. ¿Enseño lo que creo?

3. ¿Practico lo que enseño?”