Sáb. Jul 27th, 2024

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CAMINAR EN LA VOLUNTAD DE DIOS

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LECTURAS DE HOY: 12/2/23 (Ecl 15,16-21; Sal 118; 1Cor 2,6-10; Mt 5,17-37).

En la primera lectura, la sabiduría compara el hacer la voluntad de Dios con la prudencia. La prudencia es una virtud que permite a la persona “discernir” y “distinguir” entre lo que está bien y lo que está mal y actuar en relación a esto. Le conviene al ser humano escoger caminar según el querer de Dios. El Señor se alegra con la persona que tiene en cuenta sus deseos para seguirlos.
 
El sabio observa la vida como un escenario donde se presentan las realidades de muerte y las realidades de vida; de ahí que, como dice el salmista, le suplique al Señor que le abra los ojos, le muestre el camino, le enseñe a cumplir su voluntad.  
 
La persona no adquiere juicio sensato por su propia cuenta. El don de la sabiduría es una gracia que hay que pedirla con humildad. La sabiduría no la dispone la dinámica de este mundo, sino que, como dice Pablo, “está escondida” a los ojos necios; los necios no la conocen. Necias son las personas no flexibles para acoger lo bueno que Dios ofrece.
 
En el evangelio, Jesús nos afina el discernimiento y nos enseña a tener una postura sabia para acoger y caminar en la voluntad de Dios. Su voluntad se fundamenta, de manera especial, en la Sagrada Escritura que, en la época histórica de Jesús, le llamaban Ley. El Señor nos dice cómo posicionarnos, interpretarla y aplicarla para que las actitudes humanas no ahoguen los deseos de Dios y nos lleguen distorsionados.
 
La luz que Cristo nos trae en el Nuevo Testamento es imprescindible para alcanzar la voluntad de Dios. No descarta lo antiguo, sino que lo recupera para redimirlo. Y lo redime a base de purificar las intenciones más profundas del corazón. Jesús nos ha revelado los delicados deseos de Dios para con nosotros. No se conforma con que cumplamos, sino con que vivamos a fondo y a conciencia. El Señor nos quiere santos, y no se reserva la clave de la santidad. Nos educa en lo que se dijo y lo que Él dice. Dichosa la persona que le sigue de todo corazón y vive la novedad de sus enseñanzas.
 
Señor: danos la flexibilidad de tu Espíritu para abrirnos a tu gracia. Abre nuestras mentes y nuestros corazones; queremos ser personas prudentes, de esas que, con sabiduría, se dejan conducir por ti, y aman hacer tu voluntad.  

1. ¿Cómo está mi flexibilidad para acoger lo nuevo de Jesús ante las antiguas enseñanzas? ¿Me dejo sorprender por el Señor?

2. ¿Cuál es la diferencia entre “cumplir” y “obedecer”?
 
3. ¿Cómo vivo “la prudencia” a la hora de decidir sobre mí o sobre otras personas que dependen de mí?