Vie. Jul 26th, 2024

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CORAZÓN PASCUAL

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EVANGELIO DE HOY: 10/4/23 (Mt 28,8-15).

Estamos en el tiempo pascual; ha comenzado desde el domingo de resurrección y se extiende hasta el domingo de pentecostés. Son cincuenta días que han de celebrarse como si fuese un solo domingo. Los ocho primeros días del tiempo pascual son denominados “Octava de Pascua” y se celebran como Solemnidades del Señor.
 
En estos días estaremos meditando en torno a las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos. En el evangelio de hoy se nos dan, de manera especial, dos pautas para quienes deseen vivir profundamente desde un corazón en pascua, o sea, que ha pasado, en Cristo, de la muerte a la vida. Éstas son:

ALEGRÍA

“¡Alégrense!”: es el mandato de Jesús a las mujeres. Ya pasó el tiempo de lágrimas, de tristeza, de desolación.  Ha quedado demostrada la fidelidad de Dios. La vida ha sido victoriosa. Es tiempo de júbilo en la comunidad. Porque los misterios de la Santísima Trinidad no se celebran de manera aislada.
 
De la misma manera en que las mujeres salen a toda prisa del sepulcro, así nosotros también hemos de hacerlo; dejar atrás cualquier atadura de esclavitud que nos intente sostener. Cada uno ha de poner nombre, desde dónde ha de salir corriendo, para lanzarse a la nueva vida que nos trae el Señor resucitado.
 
El tiempo de pascua es propicio para escudriñar este motivo fundamental de la alegría cristiana. No se trata de una alegría ruidosa ni vacía; sino una alegría con fundamento de fe, de esas que sostienen el corazón centrado, reposado y satisfecho por haber encontrado en el Señor su plenitud.

SIN MIEDO

 “No tengan miedo”, es la otra clave de vida que el Señor les dice a las mujeres, y a cada uno de nosotros. Los pies que se desplazan para anunciar la buena noticia no han de ser vacilantes, sino firmes y consistentes. No es cualquier anuncio, no es cualquier noticia. El miedo es un distractor para la alegría verdadera. Interrumpe la felicidad. Hace a la gente vacilante según las circunstancias. Consume fuerzas e impide echar raíces de fe.
 
En cada Eucaristía nos tornamos una sola cosa con Cristo. Él es nuestro valor y nuestra confianza. Oremos con el salmista: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”. En el Señor resucitado tenemos un refugio seguro. Porque ha resucitado, y en Él, nos escondemos en Dios.
 
1. ¿Mi corazón está en pascua?

2. ¿Qué me da la alegría verdadera? ¿Por qué hay “alegría transitoria” y “alegría perpetua”? ¿Qué alegría deseo para mí? ¿Qué alegría invito a los demás a buscar?

3.  ¿Qué me dice la palabra “miedo”? ¿Qué ha supuesto esto en mi vida? ¿Por qué la luz de Cristo vence el temor? ¿Por qué “la alegría” y el “no tener miedo” van de la mano?