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SACIADOS CON EL PAN DE VIDA

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LECTURAS DE HOY: 26/4/23 (Hch 8,1-8; Sal 65; Jn 6,35-40).

“Yo soy el pan de vida”; esta declaración, el Señor no la dijo a alguien de suma confianza ni exclusivamente a sus discípulos. La expresó al gentío para que ninguno se pierda; para que no se le vayan los ojos tras otros “panecitos” que, aunque se visibilicen apetitosos no garantizan la vida.
 
“Yo soy”; Jesús asume la responsabilidad de hacerse pan. Un pan visible y disponible; sin impedimento para acceder a Él. No está en una vitrina, distante, encerrado. Sólo hace falta la voluntad de creerle, de aceptarlo como tal. El Señor lo pone todavía más sencillo y provocador cuando añade: “El que viene a mí no tendrá hambre”. ¿Cuántas veces hemos comido chucherías que nos dejan insatisfechos? Sólo Él sacia. Sin este pan, terminamos siendo consumidores ansiosos de todo cuando “deseable”, “seductor” nos pase por el lado.
 
“El que cree en mí no tendrá sed jamás”. Él es pan y fuente. Manantial definitivo. No nos atraganta. No hay que buscar agua en charcos cuando el pozo está manando dentro. Es todo lo bueno en una sola persona. No obliga a que lo coman ni a que lo beban. Luego de hacer la invitación: “el que venga a mí…”, deja en libertad. Hay que pedir, con humildad, la asistencia del Espíritu Santo para no dejarse rogar por Jesús, quien busca nuestro bien.
 
Jesús nos está diciendo que lo comamos, porque Él se ha hecho comida. Ir hacia Él es hacernos uno con Él. ¿Qué puede llegar más hondo que aquello que uno mismo digiere? Este alimento nos regala sus sentimientos, su pasión, su misión, su santidad. Es lo que ha pasado en la comunidad de los Hechos. Los apóstoles lo comieron y, ni la persecución ni el martirio, les dejaron experimentar hambre o sed. Contrariamente, allí donde llegaron por hostigamiento externo gestaron un nuevo foco evangelizador.
 
Señor: te hemos pedido muchas cosas. Nos hemos dirigido a ti cargados de preocupaciones personales. Pero casi nunca nos acercamos para pedirte que nos enseñes a amarte más. Madura, en tu gracia, Señor, nuestra fe eucarística. No queremos sólo ir a misa, sino celebrar la Eucaristía, y experimentar contigo el cielo bajado a la tierra, en la comunión de los santos y el auxilio espiritual de la Virgen María. Que nuestra vulnerable manera de acoger estos misterios pueda fortalecerse y comprometerse más en tu Iglesia peregrina.

1. ¿Estoy consumiendo un “pan” que no alimenta? 
2. ¿Quién “amasa” falsos panes, “apetitosos”, que distraen la mirada y distorsionan los pasos? 
3. ¿Qué tipo de “pan” quiero ser? 
4.  ¿Me distraigo en la Eucaristía? ¿Me preparo antes de iniciar la Eucaristía para que ésta, luego de ser vivida, se prolongue en mi vida cotidiana?