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DON RECIBIDO:DON QUE SE OFRECE.

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LECTURAS DE HOY: 27/4/23 (Hch 8,26-40; Sal 65; Jn 6,44-51).

Felipe, habiendo recibido el Espíritu, se dejaba conducir por Él. Lo mandaba donde fuese necesaria la luz del entendimiento. En el pasaje de los Hechos, Felipe se acercó a la carroza de un destacado ministro de la reina de Etiopía. Este hombre sabía sobre los tesoros del palacio, pero no del tesoro de las Escrituras, las que leía sin comprender. Le preguntó Felipe: ¿Entiendes lo que estás leyendo?
 
Esta pregunta: “¿Entiendes lo que estás leyendo?”, ha de ser la misma cuestión, que resuene en nuestro interior cada vez que estamos en contacto con la Palabra. El no comprender estanca el proceso de conversión. Por eso, se recomienda leer bien despacio, pidiendo la asistencia del Espíritu. La prisa no colabora con el entendimiento. Pero algo importante que nos dice el pasaje es: dejarse ayudar. Por eso el etíope, con toda humildad, le dice a Felipe: “¿Cómo voy a entenderlo si nadie me guía?”. Sólo puede guiar quien se ha dejado conducir primero.
 
Cuando Dios, en su infinita misericordia, permite que comprendamos alguito sobre Él, nos queda como a Felipe, la responsabilidad de acercarnos a las “carrozas” que marchan sin luz. Dos cosas, en este sentido, se hacen necesarias: la disposición a dejarse conducir, y la voluntad de encaminar al otro a Cristo. Es hermosa la imagen del etíope invitando a Felipe a subir y a sentarse con él. Felipe cambió la agenda propia para asumir aquella que el Espíritu le indicó. Nuevamente nos recuerda la experiencia de Emaús… el camino, la explicación de las Escrituras, y la decisión de quedarse con Jesús.  
 
El Evangelio nos habla sobre la importancia de saber escuchar. Porque “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”. La escucha eficaz implica “comprender” y “aprender”; elementos imprescindibles para dar pasos decisivos. Nos acercamos a Él, quien se presenta como un Pan vivo, un Pan de carne. No es un “ir hacia Jesús” de cualquier manera. Nos espera, como Pan, para ser comido, y que con Él seamos un solo Pan.
 
Hacemos nuestra la oración del salmista cuando dice: “… Vengan a escuchar, les contaré lo que el Señor ha hecho conmigo”.
 
1. ¿Tengo dificultad en dejarme ayudar si no comprendo las Escrituras? 
2. ¿Invito a los demás a sentarse conmigo para compartir las cosas de Dios? 
3. ¿Tengo a alguien con más experiencia que yo, que me guíe espiritualmente? ¿Creo que me “guío” solo? 
4. ¿A cuáles “carrozas” oscuras procuro iluminar con la luz de Cristo Resucitado?